Capítulo 11

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-¡Chad! ¡¿Viste a Matthew?! – Le grité tratando de que me escuche ya que la música era muy fuerte.

 -¡¿A quién?! ¿Matthew? – Dijo el rubio en su terrible estado de ebriedad – Él sabe cuidarse, no te preocupes. Ahora ven y baila con nosotros Sam – Por lo menos se acordaba de mi nombre. Pero yo necesitaba irme a casa me sentía muy mal, había tomado cosas que ni siquiera sabía que existían y Matt no aparecía por ninguna parte.

 -Voy a ir a buscarlo. Chad ojo con lo que haces – Le advertí y subí escaleras arribas para buscar a mi amigo.

La música entraba en mis oídos, reventaba mis tímpanos y salía como si nada. El lugar estaba repleto, eran aproximadamente las cuatro y media de la mañana. Al llegar arriba pude lograr ver unas cinco puertas, solo esperaba que él estuviera en alguna de esas y en nada extraño, ya saben, haciendo eso. En la primera puerta había un baño, en la segunda una oficina, en la tercera Matthew, en la cuart… esperen ¡Matt! Volví y abrí la puerta y estos dos seres humanos se encontraban en un estado prometedor, solo que no logré notarlo antes de hablar.

 -¡Matthew! – Dije sin darme cuenta de la situación – Oh por Dios – Reaccione –

 -¡Mierda, Samanta! ¡Sal de aquí! ¡Ahora! ¡¿Qué no sabes tocar?! – Me gritó y mi cara automáticamente expresaba susto y vergüenza.

Cerré la puerta, baje las escaleras y me iría sola sin avisarle. Al salir noté a alguien conocido del otro lado de la calle. Juntado que era de noche y mi estado no era muy bueno, pensé que estaba alucinando. Una chica de vestido crema con dos trenzas en su pelo, se apuntaba con una pistola en la cabeza y me miraba fijamente, logré distinguirla ¿Estefanía?

 -¡¿Qué haces?! – Le grité - ¡Estefanía! – Pude notar como algunas personas que se encontraban a mí alrededor clavaron su vista en mí.

 -Samanta – Dijo con una voz calmada pero que expresaba desesperación, tristeza y miedo – Ahora o nunca –

 No entendía nada. Mi cerebro no lograba armar el rompecabezas en el que estaba metida. Crucé la calle sin mirar a los lados y una luz demasiado fuerte nublo por completo mi vista.

 -¡Samanta! – Gritó alguien del otro lado. Luego logré dar unos pasos hacia adelante para que el auto no me chocara. Era Matthew.

 -Sam soy real – Dijo ella

 -¿Samanta qué haces allá?! – Pregunto Matt desde la otra vereda.

 -Voy a morir, amiga – Sentí como su mano libre tocaba mi hombro.

 ¿Morir? Si ya está muerta.

 Mi cabeza solo giraba a ver los rostros de las personas que me hablaban mientras mi cerebro trataba de organizar la información que recibía para darle coherencia a la situación pero por más que cien ratones hagan girar la rueda para que este funcione no lograba encontrarle sentido alguno.

Agarre mi cabeza con las manos y me hice un bollito en el piso, tratando de calmarme pero ellos no se callaban.

 -Dios, ¿qué te pasa?! ¡Ven aquí! – Matthew

 -¿No vas a creer en mi? – Estefanía

 -¡Samanta, no es gracioso! – Matthew

 -¿Tantos años de amistad y no crees en mi? – Estefanía

 -¡Te dije que vengas! – Matthew. Pude escuchar como su voz se acercaba.

 -Empeorará. Solo entiende y acepta. – Dijo Estefanía y luego de eso logré escuchar un ¡pum! Proveniente del arma que ella sostenía.

Dos almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora