-¡Chad! ¡¿Viste a Matthew?! – Le grité tratando de que me escuche ya que la música era muy fuerte.
-¡¿A quién?! ¿Matthew? – Dijo el rubio en su terrible estado de ebriedad – Él sabe cuidarse, no te preocupes. Ahora ven y baila con nosotros Sam – Por lo menos se acordaba de mi nombre. Pero yo necesitaba irme a casa me sentía muy mal, había tomado cosas que ni siquiera sabía que existían y Matt no aparecía por ninguna parte.
-Voy a ir a buscarlo. Chad ojo con lo que haces – Le advertí y subí escaleras arribas para buscar a mi amigo.
La música entraba en mis oídos, reventaba mis tímpanos y salía como si nada. El lugar estaba repleto, eran aproximadamente las cuatro y media de la mañana. Al llegar arriba pude lograr ver unas cinco puertas, solo esperaba que él estuviera en alguna de esas y en nada extraño, ya saben, haciendo eso. En la primera puerta había un baño, en la segunda una oficina, en la tercera Matthew, en la cuart… esperen ¡Matt! Volví y abrí la puerta y estos dos seres humanos se encontraban en un estado prometedor, solo que no logré notarlo antes de hablar.
-¡Matthew! – Dije sin darme cuenta de la situación – Oh por Dios – Reaccione –
-¡Mierda, Samanta! ¡Sal de aquí! ¡Ahora! ¡¿Qué no sabes tocar?! – Me gritó y mi cara automáticamente expresaba susto y vergüenza.
Cerré la puerta, baje las escaleras y me iría sola sin avisarle. Al salir noté a alguien conocido del otro lado de la calle. Juntado que era de noche y mi estado no era muy bueno, pensé que estaba alucinando. Una chica de vestido crema con dos trenzas en su pelo, se apuntaba con una pistola en la cabeza y me miraba fijamente, logré distinguirla ¿Estefanía?
-¡¿Qué haces?! – Le grité - ¡Estefanía! – Pude notar como algunas personas que se encontraban a mí alrededor clavaron su vista en mí.
-Samanta – Dijo con una voz calmada pero que expresaba desesperación, tristeza y miedo – Ahora o nunca –
No entendía nada. Mi cerebro no lograba armar el rompecabezas en el que estaba metida. Crucé la calle sin mirar a los lados y una luz demasiado fuerte nublo por completo mi vista.
-¡Samanta! – Gritó alguien del otro lado. Luego logré dar unos pasos hacia adelante para que el auto no me chocara. Era Matthew.
-Sam soy real – Dijo ella
-¿Samanta qué haces allá?! – Pregunto Matt desde la otra vereda.
-Voy a morir, amiga – Sentí como su mano libre tocaba mi hombro.
¿Morir? Si ya está muerta.
Mi cabeza solo giraba a ver los rostros de las personas que me hablaban mientras mi cerebro trataba de organizar la información que recibía para darle coherencia a la situación pero por más que cien ratones hagan girar la rueda para que este funcione no lograba encontrarle sentido alguno.
Agarre mi cabeza con las manos y me hice un bollito en el piso, tratando de calmarme pero ellos no se callaban.
-Dios, ¿qué te pasa?! ¡Ven aquí! – Matthew
-¿No vas a creer en mi? – Estefanía
-¡Samanta, no es gracioso! – Matthew
-¿Tantos años de amistad y no crees en mi? – Estefanía
-¡Te dije que vengas! – Matthew. Pude escuchar como su voz se acercaba.
-Empeorará. Solo entiende y acepta. – Dijo Estefanía y luego de eso logré escuchar un ¡pum! Proveniente del arma que ella sostenía.
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Dos almas
Любовные романыSamanta y Estefania eran amigas inseparables y fieles una la otra. Vecinas desde que nacieron, hermanas del alma hasta que una se fue, murió. El hecho marca un antes y un después en la vida de Samanta. Ella comienza una etapa nueva donde trata de de...