Sus dedos se deslizaron inconscientemente por los botones de su camisa blanca impoluta. Uno a uno, los fue abrochando hasta el cuello. De su cómoda, cogió el lazo de color azul que ató con maestría. Delante del espejo, forcejeó con él hasta que estuvo recto y observó su figura con detenimiento. Chasqueó la lengua, no muy conforme al ver el resultado y, finalmente, optó por meterse la camisa dentro de su falda de color negro, que alisó un par de veces más, asegurándose de que no se formara ni una sola arruga en la tela.
Salió de su habitación y solo tuvo que cruzar el pasillo para tocar con sus nudillos sobre la puerta de madera. No obtuvo respuesta, así que la abrió de par en par. Sus ojos se deslizaron por la habitación hasta que se detuvieron sobre la cama, donde un pequeño bulto estaba cubierto por las sábanas. Un leve bufido se escapó de su boca, pero, al final e inconscientemente, las comisuras de sus labios se curvaron ligeramente hacia arriba.
—Despierta de una vez, dormilón —dijo acercándose hasta la cama, tomando asiento en ella. Con cariño, apartó un poco la sábana para poder acariciar con su mano derecha su esponjoso pelo castaño.
—Un poco más, Narumi —protestó una voz infantil, pero, por mucho que le suplicara, no iba a servir de nada.
—Vine hace unos diez minutos a despertarte, Kita. Ya estoy vestida y me gustaría desayunar contigo porque es nuestro primer día de clase—sonrió inocentemente. El pequeño apartó la sábana de su cara y la observó somnoliento, con un solo ojo abierto.
—Eres una pesada —protestó el crío.
—Seré una pesada, pero soy tu hermana mayor —se puso en pie y caminó hacia la puerta—. No tienes otra, así que te toca aguantarme —una risita se escapó de sus labios.
—¡Está bien! —gritó su hermano mientras ésta cerraba de nuevo la puerta para darle la intimidad necesaria y que comenzara a vestirse.
Entró al baño para observar con resignación su larga cabellera castaña alborotada. ¿Con quién demonios se había peleado aquella noche? Parecía que su cama había vuelto a ganarle la batalla durante su sueño, así que optó por mojar su cabello y, con paciencia, desenredó uno a uno sus mechones. En apenas dos semanas, su pelo había crecido tanto que, suelto, ya le llegaba prácticamente hasta los codos. Quizás debería habérselo cortado, ya que ella siempre lo había llevado por la barbilla, pero suponía que, después de todo, el largo de su cabellera era lo que menos importaba.
Caminó por el pasillo y descendió por las escaleras mientras seguía asegurándose de que su moño seguía en su sitio y ningún indeseable pelo decidía irse por su cuenta. Odiaba cuando eso sucedía y odiaba que cualquier cosa de su vida, por pequeña fuera, no estuviera en orden. Y eso pasaba incluso por detalles tan pequeños e insignificantes como aquel.
—Buenos días, señorita Narumi.
—Buenos días, Sakurai-san —respondió al saludo de la la asistenta de la familia nada más entrar a la cocina. El olor a la comida recién hecha había inundado por completo la habitación. Sus tripas rugieron al ver los platos sobre la enorme mesa de madera y tomó asiento, asegurándose de que su falda no se arrugara cuando lo hiciera.
—¿El señorito ya se ha levantado?
—Sí. Le ha costado, pero no creo que tarde en bajar —respondió mientras la mujer le servía un poco de café en una bonita taza de porcelana blanca decorada a mano—. ¿Puedes echarme un poco de leche templada? —la mujer asintió ante su petición y se apresuró a hacer lo que le habían pedido.
Narumi removió lentamente el café, esperando a que el terrón de azúcar que acababa de echar se disolviera por completo. Pocos minutos después, su hermano pequeño entró en la cocina dando los buenos días y empezando a devorar todo a su paso. Narumi le observó con curiosidad. El pequeño se había hecho la raya a un lado y había peinado su cabello con un poco de gomina. Aquello le hizo sonreír. Su hombrecito comenzaba a hacerse mayor y ni siquiera se había dado cuenta de cuándo había comenzado a suceder eso.
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El color de una sinfonía (Primera Temporada) [Haikyuu. BokutoxOC]
FanficSiempre le habían dicho que podía colorear el mundo con solo tocar su violín, pero el mundo había terminado por volverse en blanco y negro. Sus prioridades habían cambiado y ya no quería destacar. Por eso no lo entendía. No entendía por qué alguien...