LIBRO 2 | CAPÍTULO 7

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Aeropuerto de Washington D

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Aeropuerto de Washington D.C, Estados Unidos.

―Se tardaron mucho, ¿acaso se detuvieron por una hamburguesa? ―le cuestiona Atenea al grupo con una sonrisa, la cual se ensancha aún más al ver las manos entrelazadas de Adeline y Charles.

«No digas nada» le demanda Charles, telepáticamente.

Atenea alza sus manos con inocencia y sin borrar su sonrisa, pide un taxi. ―Vámonos antes de que empiece la tercera guerra mundial sin nosotros. No podemos no ser participe de ello, ¿no? ―les cuestiona con burla.

―Logan y tú vayan en este. ―le ordena Charles. ―Hank, Adeline y yo iremos en otro.

―Nos vemos allá. ―dice Logan con una pequeña sonrisa.

―¿A dónde quieren ir? ―les cuestiona el taxista.

―La Casa Blanca. ―le indica Atenea, utilizando su telepatía para que el conductor no cuestione nada. Logan la observa por el rabillo del ojo y aprieta sus labios, sin siquiera saber qué decir. ―Sé que deseas decirme algo porque tus dedos no dejan de raspar la puerta y te tensas más de lo normal. Logan, no necesito usar mis poderes para saber que algo te inquieta.

―Jamás pude guardarte un secreto. ―ríe Logan, por primera vez en mucho tiempo. ―No puedo pedirte demasiado, Atenea. Aún no eres mi esposa y mucho menos soy alguien a quien ames pero realmente deseo que tú estés en mi futuro. Además, tengo miedo de que todo lo que hagamos no logre salvar nuestro futuro y el sacrificio que han hecho nuestros amigos haya sido en vano. No quiero seguir en esta guerra y mucho menos seguir viendo gente morir.

—Tal vez nada es suficiente para salvar a la humanidad o a los mutantes. Pero vale la pena el esfuerzo. No podemos quedarnos de brazos cruzados y dejar que solo pase, quieras o no deberemos pelear porque somos la raza superior y no es por juzgar a los humanos. Y aunque nosotros no lo queramos, la guerra contra los humanos ya ha comenzado desde hace años. Tenemos que pelear.

—He peleado tantos años que ya no creo seguir soportándolo.

—Te prometo que haré todo lo que pueda para salvar al mundo e inclusive si me cuesta la vida, después de todo somos x-men, ¿no? —le anima Atenea, logrando que Logan ensanche su sonrisa. —Alguien tiene que patear traseros para así salvar al mundo.

—Son 40 dólares. —les interrumpe el conductor del taxi, frenando repentinamente el auto.

—Pagale, me quede corta de dinero. —dice Atenea, saliendo del auto con una sonrisa inocente.

—¿Cómo entraremos? —le cuestiona Logan.

—Déjamelo a mi. —habla Charles por detrás de ellos. Atenea resguarda sus identidades con su telepatía y el grupo de mutantes hace la fila para entrar a la casa.

SCARLET GODDESS | ERIK LEHNSHERRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora