Metamorfosis de la mariposa

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En el amanecer de un día más grande que ella, se encontraba prisionera. No podía moverse más allá de la fina capa de un hilo producido por ella misma que la envolvía en su totalidad. Se habían convertido en una misma cosa; si ella quería moverse hacia la derecha, se balanceaba junto a su cubierta protectora.


En el amanecer de un día más verdadero y brillante que cualquier otro, los árboles comenzaron a anticipar su llegada al mundo saludando con sus brazos a la pequeña habitación de muy pocos centímetros que alojaba a una pequeña habitante del mundo. Se movía al ritmo del canto de los pájaros que estaban al lado de ella, como si estuvieran custodiándola, para que no sufriera y pudiera salir al mundo aunque sea sólo por un día. Lentamente, sin arruinar su triunfal arribo a la naturaleza, ella salió. Logró romper su protección que le había permitido realizar su metamorfosis sin problemas. Ella voló, sin saber que sólo duraba un día su actividad. Ella voló, sin miedo alguno, en dirección al sol. Y ahí, gloriosa, su sombra formó parte de un paisaje que sólo podrá verse ese día. Parecía como si el sol hubiera incorporado una bella marca negra, algo difusa, con dos alas prominentes aunque, a la distancia, diminutas. ¡Ay esa perspectiva tan mágica, que hace parecer a la mariposa tan diminuta a la distancia pero más grande que el sol!


En el amanecer del día más oscuro, las nubes despidieron a la mariposa con gotas densas y frías, cubriendo por completo el cielo sin dejarle lugar al sol, quien pareciera estar apagado porque sufría la pérdida de su marca negra. Las gotas caían sobre los brazos de los árboles, que ya no saludaban ni se movían. Estaban tiesos, formando parte de una música melancólica a medida que las gotas caían sobre ellos y se deslizaban por las hojas. Ahí, las gotas se quedaban colgando por unos segundos. Tenían miedo de tocar el piso, porque ahí ya no serían más una gota. Los pájaros cantaban una melodía tan triste, con un acompañamiento de bajo continuo dado por la naturaleza misma, que las nubes comenzaron a llorar con una intensidad inigualable. Quizás, de esa manera, buscaban que alguna nueva integrante apareciera en la rama de algún árbol, pero no sabían cuánto tardaría.

Pero nunca volvería a formarse el mismo paisaje, nunca más volvería a existir la misma mariposa.

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