Sábado a la noche, un momento nunca confiable para las emociones. Igualmente, de la misma forma en la que no puedo confiar en la noche del sábado, tampoco soy capaz de lograr ese cometido con las de toda la semana.
Es curioso porque durante el día yo estoy activo, confiando en poder conciliar un sueño reparador para terminar mis actividades. Pero nunca sucede. Ahora me encuentro acá, caminando por el borde de mis pensamientos mientras la noche muere lentamente. Mirando hacia mi derecha y, a su vez, hacia abajo, veo un abismo sin fondo y, claramente, sin retorno. Es por esto que prefiero mirar hacia mi izquierda, ignorando la idea de que estoy tentando a mi caída. Mientras tanto, estoy pensando en vos. Estoy seguro de que no lo sabés, pero desde la primera vez que te vi, te estableciste en mi mente de una forma tan intensa y real que no puedo borrarte.
Agarro el teléfono, mirándolo fijamente como si algo estuviera por salir mágicamente de la pantalla para abrazarme. Al final, sentirte es lo que necesito. Pienso en hablarte, aunque desisto: presiento que me vas a hablar. Es de madrugada, pero sé que estás despierta dando vueltas en la cama atravesando la misma situación. O, al menos quiero creer eso. Así que, al menos por esta noche, voy a permitirme ese pequeño lujo y darle una chance más a mi intuición. Te conozco y sé que lo vas a hacer antes de que yo encuentre las palabras adecuadas y el valor dentro mío para hablarte porque, de la misma forma, vos me conocés y sabés que eso puede tardar bastante.
Sé que nos peleamos como nunca había sucedido y la noción de que no volvamos a hablar me aterra en niveles que nunca había alcanzado. Es por eso que ahora estoy acá, caminando al filo de mis pensamientos. Si pierdo el equilibrio, va a ser muy difícil que me recupere así que espero que mi corazonada sea correcta. Espero que puedas salvarme. Cada minuto que pasa es como un año transcurrido ya en mi cabeza. El sueño me está dominando, pero decido esperar unos minutos más. Estarás esperando que te pida perdón, aunque me conocés lo suficiente para deducir que estoy lamentándome pero sin la idea de hablarte, sólo por temor. Con estas líneas espero que entiendas que tengo ganas de verte y darme cuenta de cómo te sentís y que sepas cómo me siento yo.
Ni bien mi cama comenzó a vibrar, mi corazón empezó a latir con tal velocidad que pensé que tendría que darle un cuerpo más grande al cual escaparse ya que yo no lo podía aguantar. Con ansiedad entendible, agarré mi teléfono y sí: era un mensaje tuyo. Mi corazonada tenía razón, aunque sólo me hiciste una pregunta tan simple como: “estás despierto?”. Cerré los ojos un momento con el objetivo de buscar adentro mío un lugar donde esconder mi orgullo y mis caprichos para, un minuto después, abrirlos y así poder responderte.
“Sí, vení a casa”.
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Pequeños relatos y desafíos a la realidad
Non-FictionPequeños relatos con un significado profundo, intentando dar una mirada diferente del mundo. En vez de que sea con los ojos, que sea con los sentidos. Aunque, sin descuidar la razón