Prendo la luz del baño, me acomodo frente al espejo y ahí estoy. Recién despierto, lo único que veo es miedo y timidez. La luz parece evitar el contorno de mi cara, como si cada rayo se reflejara alrededor pero nunca sobre ella, generando así una sombra algo tenebrosa. Miro fijo a aquella imagen reflejada; debería ser mi misma cara, pero estoy en presencia de algo más profundo.
Me veo solo, construyendo un puente con mortales ladrillos a través de un enorme río. Quiero llegar al otro lado, donde estás vos. Pero te veo mirando al cielo, intentando llamar a las nubes más oscuras, a la tormenta más intensa para que cayera dentro de poco tiempo si es que sigo tardando más en esta construcción. Es verdad, estoy yendo muy lento. Pero te veo mirándome a los ojos con tus dos cristales azules que, mientras oscurecés el día, van tomando un tono más grisáceo. Y ahí es cuando mi miedo se manifiesta; si este puente se llegara a derrumbar, voy a sumergirme en olas violentas, del color de tus ojos, que me van a llevar a algún lugar que sólo ellas saben. Me da miedo la sola idea de que si te alcanzo, que te escapes. De que si logro ponerme a tu lado, que me des la espalda.
Habiendo puesto en jaque la función del espejo (o al menos habiendo cuestionado la representación de la realidad que refleja), salgo del baño para ponerme la ropa que había preparado la noche anterior y me voy de casa.
Me voy, con el objetivo de, finalmente, alcanzarte.
ESTÁS LEYENDO
Pequeños relatos y desafíos a la realidad
Non-FictionPequeños relatos con un significado profundo, intentando dar una mirada diferente del mundo. En vez de que sea con los ojos, que sea con los sentidos. Aunque, sin descuidar la razón