La vida

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El sol se asomaba entre las nubes y una mujer salía del sanatorio ubicado en la esquina de una cuadra muy luminosa con su hijo recién nacido entre brazos. Era una cuadra muy larga, con varios edificios por recorrer y varios pasos que dar.

Un par de metros más tarde, salió de un portón imponente el papá. Ahí trabajaba él. Saludó a su familia con un beso y, uno de cada lado, tomaron a su hijo de las manos. Creo que sólo dieron once pasos para dejarlo en el colegio para que luego saliera horas más tarde.

Blazer en mano y mochila al hombro, el chico salió del colegio acompañado por tres amigos. Dos de ellos fueron para el sentido contrario, mientras que uno fue hacia su mismo lado. Llegando al cuarto de cuadra, el chico se frenó en un edificio modesto porque su novia estaba bajando. Ya con una barba algo voluminosa y un morral colgado sobre su pecho diagonalmente, los tres siguieron caminando hacia la misma dirección.

A media cuadra, el amigo de la pareja ya había perdido el estado físico. Se asomaba una panza que de a poco iba perdiendo el miedo a salir al mundo. En cuanto a la pareja de enamorados, a él le gustaba tanto sentir sus dedos cuando la tomaba de la mano, que decidió ponerle un anillo. Desde atrás, su amigo y varias personas festejaban a los recién casados. "¡Felicidades! Que sigan juntos para siempre"

Les juro, es increíble cómo los ojos verdes de la chica jamás perdieron su brillo.

Siguieron caminando bajo una lluvia torrencial y pasaron por el negocio que tenían juntos, estaba yéndoles muy bien. Éstas gotas golpearon muy intensamente en su cuerpo, debilitándolos casi por completo. Pero siempre se ayudaron a seguir caminando, sin importar cuán difícil sea para cada uno transitar la vida. Ambos se quedaron quietos, levantaron la cabeza y sonrieron, expresión que llevó a que algunas arrugas se notaran más en sus rostros, y continuaron yendo a la par.

Llegando a tres cuartos de la cuadra tuvieron que frenar. El sol iluminaba las baldosas, siendo la lluvia ya algo del pasado. Un auto estaba entrando a un edificio. Había una pareja y dos nenes. Bajaron la ventanilla, se asomaron dos cabecitas para gritar. "¡Abuelos!" La pareja se acercó, les dio un beso a cada uno, saludaron a sus hijos y el auto entró al garage. Entonces, ellos siguieron caminando tomados de la mano.

Ya casi llegaba el final, les faltaba menos de un cuarto cuando él sintió cómo ella se desvaneció en su mano, y pudo tenerla en sus brazos. Se frenó, comenzó a llorar y, a medida que las lágrimas caían sobre el rostro de su mujer, el cuerpo se evaporaba. Igualmente, él tomó fuerzas y decidió terminar la cuadra con lo último que le quedaba.

Con su bastón se fue acercando al final de la cuadra. Pero se dio cuenta de un detalle que no vio nunca desde la otra esquina: había una pared que le impedía seguir caminando. No había salida. O, quizás, la pared le decía: "Bien, pudiste llegar, esta es la meta y la alcanzaste". Quizás tenía que terminar ahí.

Avanzó un poco más, piso el pavimento y vio a su mujer al lado de la pared, extendiéndole la mano. Era una figura borrosa, pero la pudo distinguir fácilmente. Instintivamente, él tomó su mano, aunque con una dificultad notoria, y juntos caminaron hacia la pared.

Pequeños relatos y desafíos a la realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora