Entre incendios y vidas perdidas

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Es de día, pero el cielo ya había tomado el color fuego de las explosiones. El humo ya se había adueñado de la ciudad; el sonido de las balas y los gritos desesperados habían reemplazado a los cantos de los pájaros. Los pájaros se habían transformado en pequeñas aves mecánicas controladas a distancia que disparaban desde el aire. Las calles se habían teñido de rojo en un par de horas, la gente corría desesperada por la calle. Habían perdido ya el poder de decisión sobre su vida: estaban siendo aniquilados sin sentimientos. Así que mientras la vida permaneciese dentro de su cuerpo, ellos iban a correr hacia donde sea, pero lejos de la muerte.


Con un megáfono, ellos alertaban que habían llegado para quedarse y poder restaurar la democracia. También comunicaban que esa situación no era la única en el mundo: era simultáneo en diferentes países. En algún territorio europeo, estaban matando a personas dentro de un teatro. En otro, una persona había atropellado a más de cien personas con una camioneta. Después existían ciudades donde estos atentados se estaban preparando. Por ejemplo, en varias ciudades sobre el Mar del Norte, los ciudadanos creían estar tranquilos. Pero no era así: cada paso que realizaban, quedaba registrado por quince cámaras diferentes; cada mensaje que enviaban por teléfono quedaba al descubierto.


Entre incendios y vidas perdidas, él estaba encerrado. No encontraba la forma de salir de su casa sin poner en riesgo su vida. Quería salir, necesitaba ir a buscarla para ver si estaba bien. Después de unos segundos de pensar, se llenó de valor y se tiró desde la ventana más baja de su casa. Atravesó intensas llamas y vidrios, volando como un fénix renacido de las cenizas. Cayó dando un giro, haciéndose un poco de daño y con fuego consumiendo su ropa. Rodó cada vez más rápido hasta que pudo pararse y caminar, aunque con una dificultad notoria.


Llegó a la casa, no existía puerta. Ahí estaba, en el piso sin poder moverse. Pero estaba viva y con los ojos abiertos. Al verlo, sonrió. Él, sin dudarlo, la levantó en sus brazos. El cuerpo del hombre tomó un color rojo más doloroso que el que ya tenía de antes; sintió un agujero en el abdomen de ella. Así que salió, con ella en brazos, en búsqueda del hospital más cercano con el objetivo de que la intentaran salvar. Pero tenía que atravesar el infierno en vida. Después de unos segundos de pensar, se llenó de valor y comenzó a correr hasta que se cruzaron en el camino de un grupo armado.Instantáneamente, él se tiró al piso, cubriendo con todo su cuerpo a su mujer y ambos cerraron los ojos.

Pequeños relatos y desafíos a la realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora