Parte 8.

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Los fuertes dolores de cabeza no permitieron a Alexandros bajar a cenar, y el solo hecho de pensar que Jessica estuviera acompañada de Adán lo mortificaba, pero al levantarse le causaba mareo así que se rindió y se acostó.

Muy tarde de la noche un leve toque lo despabilo.

— ¡Sí! — dijo con voz fuerte — ¿Quién es?

—Soy Jess — pausó nerviosa — te traje algo de cenar.

Él resoplo molesto y lleno de celos.

— ¡Sigue! — dijo de malhumor — gracias. ¿Ya se fue tu novio?

Ella lo miro y vio las grandes ojeras que marcaba su atractivo rostro. Se notaba que estaba enfermo y esto la preocupo.

— Él no es mi novio, aunque papá desea eso – dijo cortante la joven.

Él se acomodó sentándose y apoyando la espalda en el cabecero de la cama. Sus ojos taladraron el rostro de la joven que solo se limitaba a mirarlo con frialdad.

—Claro, y tú te haces la rogada — recibió la bandeja con la comida que ella le preparo — porque no lo aceptas, o es que es muy bajo perfil para ti.

Ella al oírlo hablar frunció el ceño. Él usaba palabras muy elaboradas y eso la llenaba de dudas y cierto temor.

— ¿Bajo perfil? — Ella lo miro, era eso ella para él un bajo perfil — No, solo que no me interesa — lo veía comer.

Se alejó un poco y se sentó en una silla. Desde ahí ella pensaba en lo que tanto la llenaba de miedo.

— ¿Has recordado algo? — dijo sin poder contener sus palabras. ¿Por qué la preocupaba tanto que él recordara?

Él la miro y suspiro, luego bajo la mirada a la comida.

—No, me vienen muchas imágenes, pero son muy borrosas y confusas — terminó de comer y dejo la bandeja en una mesa cercana — ¿Por qué te interesa tanto que yo recuerde? ¿Quieres que me vaya pronto?

Eso era algo que a él le preocupaba y mucho. Recordar quien era y tener que marcharse y dejarla en los brazos del maldito de Adán. Esto lo ponía como mil demonios.

— ¡Nooo! — corto bruscamente — Lo que pasa... es que pienso que es muy triste no saber quién eres— se levantó y se detuvo frente a una ventana — Tal vez eres casado y tienes hijos. Una maravillosa esposa que te espera en casa — lo miro triste y sonrió — bueno me voy.

Esas palabras golpearon con fuerza en él. No la quería ver triste y mucho menos sentir el dolor que estaba sintiendo él por alejarse de ella.

—¡Espera! — Él se levantó y se acercó a ella — No sé quién soy, pero si hay alguien que es maravillosa conmigo, esa eres tú.

La abrazó con ternura y su corazón sintió un gozo que no comprendido él y no le interesaba comprender. Solo quería tenerla siempre así entre sus brazos. Solo suya.

— En tus brazos me siento completo y es como si llegara a casa de un largo viaje, tú eres como mi hogar — tomo la cara de Jess con ambas manos y la miro fijo y se perdió en aquella tierna mirada — Jess tú me gusta y de qué manera, solo quiero hacerte mía, hacerte mi mujer— beso sus labios suave y tiernamente — que seas siempre mi ángel, mi mujer — la volvió a besar y solo la dejo para respirar — Pero la incertidumbre de no saber quién soy yo me ha detenido. No puedo ofrecerte algo seguro — la miraba fijo — ¿Me entiendes, amor?

Ella tiembla entre sus brazos y lo mira a los ojos.

—Si — dijo con la voz quebrada por el llanto — Si, sé que tienes que temer al no saber nada de ti, que tal que seas un rico hombre de negocios y casado con la mujer más bella del país — río entre dientes. Esas eran palabras que dolían, aunque las dijera en broma — No te puedes arriesgar.

Mi ángel, mi mujer  Serie Salamina Nº 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora