Parte 11.

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Llego el fin de semana y la evidente boda llegó, la cabeza de Jesica estaba llena cada vez de más dudas, Alexandros tal vez llego a sentir algo por ella, pero eso a ella no le servía de nada. Él estaba felizmente casado, y ella debía comenzar de nuevo, ahora bien, él no había hecho el intento de comunicarse con ella, él sabía dónde estaba, no insistió en volverla a ver.

Pero casarse para darle un padre a su hijo, acaso él no tenía ya uno. Suspiro con pesadez.

— ¿Qué debo hacer? — se dijo en voz alta.

Se miró en el espejo, observaba el vestido que con tanto esmero se había preparado. Era ceñido hasta las caderas, y luego se volanteaba en grandes pliegues dándole forma vaporosa, sus hombros descubiertos dejaban ver el color aceitunado de su piel, se veía radiante, sus ojos brillaban, Amalia le dijo que se debía al embarazo. Retoco un poco el maquillaje y bajo las escaleras con calma, pero muy nerviosa.

— ¿Está segura de lo que vas a hacer? — Don Javier la miraba con intriga — aún es tiempo, tú sabes que Adán te ama de manera muy, pero él también sabe que nunca lo llegaras amar, este matrimonio es una condena para los dos — trataba de convencerla de desistir del matrimonio.

—Apa, la decisión ya está tomada — era testaruda como su yegua, la miraba el padre fijamente — me caso con Adán y él será el padre de mi hijo.

El padre miro a Amalia y ambos suspiraron al ver la terquedad en persona ahí delante de los dos.

—¡Entonces vamos! — dijo melancólico don Javier — te espero en la iglesia, el viejo me va a ayudar a subir al auto, tú te vas en el otro, el que envió Adán.

La joven al oírlo le extraño aquellas palabras.

— ¿Adán envió otro auto?, no me lo dijo — lo dijo muy pensativa — No debió gastar en más, ya hemos gastado mucho— se dirigió al auto y vio al chófer que era Samuel el viejo conductor y le sonrió — Hola, Samuel, ¿Cómo estás?

El viejo conductor le sonrió complacido.

—Bien señorita y felicitaciones — dijo y puso en marcha el auto.

El auto comenzó el recorrido, hacia la iglesia a donde se llevaría el sagrado vínculo, ella iba muy abrumada en sus pensamientos que no se fijó que el auto cambio la ruta, y rato después fue que se percató.

—Samuel ¿A dónde vamos? — le pregunto inquieta.

—Donde me indico su futuro marido, señorita — reía el hombre cómplice.

— ¿Mi futuro marido? Pero... Adán me espera en otro algún lugar y no me dijo sobre este— hablaba para sí misma.

—Ya llegamos— Le sonrió a través del retrovisor del auto muy complacido — A lo mejor es una sorpresa — Samuel salió y abrió la puerta del auto para darle paso — venga la esperan allá dentro— le miraba con cariño.

Ella miro el lugar. Era una hermosa cabaña, bordeada por un hermoso jardín y se acercó temerosa y los nervios a flor de piel.

La puerta se abrió y Alexandros le sonrió.

— Bienvenida, futura señora Dikoudis – le dijo con una sonrisa que iluminaba todo el rostro. Se notaba algo delgado, pero muy feliz.

Las palabras se agolparon en la garganta de Jesica que no lograban salir.

— ¡Pero...! — la joven esta tan sorprendida que no logra articular ni una sola frase.

—Pero nada— le corto con su gélida voz ahora ya no sonreía — ¿Qué creías? Que iba a dejar a mi mujer se casara con otro — se le acerco amenazante — ¡Eso nunca!

Mi ángel, mi mujer  Serie Salamina Nº 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora