El rancho Villa de Salamina ha prosperado gracias al empuje que la empresa Diko le ha dado, el administrador, el esposo de Jessica Alcázar es muy bueno en los manejo de la organización del rancho. Al igual que muchos otros ranchos donde la intervención de Diko ayudo a salir de la quiebra.
Ahora ella reposa después de una aparatosa caída lleva quince días en descanso obligatorio, pero la paciencia no es muy amiga de ella.
Ella mira a lo lejos como su hija de solo dos años está montada en la silla de su abuelo que juegan donde ella maneja de manera imaginaria con él de chófer, los oye reír a carcajada muy contagiosa.
Decidida y vestida para montar se acerca a dónde está su padre.
— ¿Qué haces aquí? — Sus ojos la escrutan enojado al verla vestida con los vaqueros y las botas de montar— ¿Vas a montar? ¿verdad?
Ella solo se limita a resoplar.
—Apa, no ves que ya estoy bien, no fue nada. Solo una torcedura y nada más — le mostraba el pie donde estuvo la escayola — además me coloque las botas, me protegerán— le sonrió para suavizar sus intenciones.
El viejo la miro y sus ojos brillaron contenciosos.
—Cómo tu marido se entere, se va a enojar — siguió reprendiendo a la joven testaruda — Se va a enojar y muchísimo.
—Él no tiene por qué saberlo — miro hacia los potreros y recordó el día que ella lo encontró en el auto mal herido — él está en la capital en un gran negocio. Viene la próxima semana.
—Si claro, la próxima semana, cuantas veces no dice lo mismo y se aparece cuando menos lo esperan — murmuro el viejo — con la excusa que no puede estar lejos de su ángel...
—Apa, solo ¡Será un rato! — Le mostró todos los diente en la sonrisa — No se va a dar cuenta. Además, muero por montar a mi yegua.
Sin esperar la réplica de su papá se dirigió al establo y ensillo a su negra yegua La Testaruda y ágilmente se montó.
Don Javier vio que se perdió en el pequeño camino que dirigía a la carretera y suspiro en la terquedad de su hija.
Aún estaba concentrado en el punto por donde se perdió su hija y vio cómo se acercaba un auto negro.
—¡Oh, no! — murmura don Javier — se va a armar la buena.
Se limitó a mirar al furibundo hombre que bajaba del lado del conductor.
—Si el médico dice reposo — camino con pasos rápido y llego al lugar del pasajero— es reposo.
—Pero, amor yo...— una joven sonrojada trataba de hablar, pero su enfurecido esposo no se lo permitía.
—Tu nada, solo el tiempo que estuviste embarazada, fue el tiempo que te mantuviste quieta— y sin darle tiempo se la echo en el hombro — entonces....
— ¡Alexandros! ¡Bájame, no seas bruto! — refunfuñaba ella, mientras le acariciaba la espalda al furioso marido.
Don Javier solo se limitaba a acariciar a su adorada nieta y pasarla a la mujer que estaba a su lado y reía de lo bueno que lo estaba pasando con el escandalo de los esposos Dikoudis.
—Alexandros, ¿Qué paso? — pregunto el viejo al ver el cuadro de Jess en el hombro de su furioso esposo — ¿Le paso algo a la señora?
Ya estaba don Javier al lado de ellos y Amalia cargaba a la niña y miraba entre risilla el patético cuadro.
—¡A la señora no le pasa nada! —murmuro enfadado — pero me asegurare de que se quede quieta un buen tiempo.
El hombre furioso y con su valiosa carga sobre su hombro miro al trabajador que se presentó apenas vio llegar el auto.
— Viejo que vaya un trabajador y traiga a la yegua la deje pastando a la entrada del rancho — Entro a la casa y se dirigió al dormitorio matrimonial.
Ella se revolvía entre sus brazos.
— ¡Como piensas mantenerme quieta! — le refunfuñaba — ¡Bájame!
— ¡Embarazándote de nuevo! — Y la depósito en la cama amorosamente.
La miro con lascivia y se le acerco como un gato en la noche.
— Siempre serás mía, mi ángel, quiero que me des otro hijo — comenzó a quitarse la ropa — y vamos a comenzar desde ahora.
—¡Estás loco! — Ella se recogía en la cama — además... el médico me mando a tener reposo — argumento entre risilla.
Él arqueo una ceja de manera arrogante.
—Si mi amor, vamos a tener mucho reposo — se le acerco y comenzó a quitarle la ropa con un pasmosa lentitud para torturarla aún más — esto sobra— arrojo las prendas.
Ella lo miraba embelesada.
— Parece que te encanta lo que ves — le dijo ella con malicia.
—¡No sabes cuánto! — la atrapo y comenzó a besar sus senos desnudos y duros por la excitación — sobre todo estos son mis más consentidos — se apoderaba de sus pezones uno y luego el otro. Los chupaba, los mordisqueaba con urgencia y pasión — me enloquece dejarte sola tanto tiempo.
—Pero... son muy grandes... a los hombres les gusta pequeñitas — ella lo abrazaba y desordenaba el cabello de él.
—Pues menos mal— murmuro acomodándose sobre ella — porque así estaré un poco tranquilo, que me los quieran quitar — sonreía al verla sonrojada por el deseo — ¡Te gusta!
—¡Tonto! — reía al verlo afanado haciéndoles cosquillas.
—Te amo, mi ángel, no tienes ni idea de que me haya salvado de mí mismo, estaba a la orilla de un abismo — besaba los labios de su esposa— eres mi ángel, mi mujer.
—Oh, mi amor, te amo — le miraba a los ojos — ¿Sabes que no tienes necesidad de embarazarme? — reía al verlo confundido.
— ¿Por? — la miraba con un brillo en sus ojos. — ¿Estas embarazada?
—Si, te lo iba a contar cuando vinieras — beso sus labios largamente despacio y con un gran amor.
—Entonces, debemos asegurarnos, para que no haya duda —la besaba con ternura.
—Te amo, Alexandros— le dijo ella perdida en sus caricias y en su amor por él.
—Te amo, mi amor, — beso sus labios — te amo, mi ángel, mi mujer.
Fin
Si sé que es muy corta, pero me gustan cortas, espero que la disfruten tanto como yo disfruto escribirlas.
Gracias a todos aquell@s que de una forma u otra me apoyaron.
Aprecio de corazón sus comentarios y sus votos, deseo aprender a escribir y mejorar cuando sea el caso.
Solo me queda invitarte a leer Mentira de amor, la historia de
Adán.Miky
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Mi ángel, mi mujer Serie Salamina Nº 1
RomansaAlexandros Dikoudis sufrió un aparatoso accidente automovilístico causándole amnesia total temporal, olvidando quien era, y a que había viajado a la población de Salamina. Jessica una joven ranchera trataba por todos los medios sacar a flote el ran...