Parte 5.

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Llegaron al rancho el cual tenía un pequeño y mal trecho letrero que rezaba "Rancho Villa de Salamina" pasaron por el gran portón y luego llegaron hasta el pórtico de la casa. La casa estaba pintada de color blanco son sus pequeñas ventana en color ocre, en el pequeño porche se encontraba un columpio tejido que se podían acomodar dos personas.

Los dos pasajeros bajaron el auto y ella con una sonrisa agradeció por el viaje.

—Gracias, Samuel — le dijo ella al conductor del auto.

Samuel era un hombre mayor que todo el tiempo había trabajado de conductor tanto de tractor y ahora tenía su taxi con el que ganaba el pan diario.

—De nada señorita Jess. — El hombre le sonrió.

Ambos caminaron hacia la pequeña sala donde se encontraba don Javier esperándolos en compañía de Amalia y su hija, una joven llamada Rosita que les sonrió al verlo.

Jessica se adelantó un poco.

—Aníbal, te presento a mi papá— él extendió la mano y lo saludo — Ella es Amalia y su hija que me ayudan en los quehaceres de la casa.

Don Javier lo miro con curiosidad y al mismo tiempo a su hija. Sus pensamientos comenzaron a maquinar muchas ideas de como su hija se podía enamorar y por fin dejar la soltería.

— ¡Mucho gusto! — Alexandros se sentía muy extraño e incómodo.

El padre de Jess pudo apreciar la incomodidad del hombre y sintió compasión de él. Ese hombre estaba vivo era de milagro.

— ¡Tranquilo Joven! — le indico un butacón para que se sentara — Tómelo con calma, gracias a Dios no le fue peor.

Alexandros los miro confundido.

—Sí, lamento mucho molestarlos...— trato de decir el hombre, pero fue interrumpido por el hombre mayor.

—No, nada de eso, mi Jess está encantada por atenderlo — la miro al verla que iba a responder — ¿Verdad, hija?

Ella lo fulmino con la mirada. Ella ya se lo imaginaba a él ya casándola con el aparecido.

—Si, como no — contesto de mala gana — Bueno me voy a revisar el baño del ganado, no quiero garrapatas en mis campos.

Alexandros se la quedó mirando. Vestía unos vaqueros muy ajustados que enseñaba las caderas redondeadas y una camisa a cuadros atada a la cintura, se veía sexy y muy provocativa.

El hombre trago.

En silencio la vio alcanzar un sombrero y se lo coloco dejando la trenza en un lado. Era muy bella, sus ojos se entrecerraron, al verla salir.

—Adiós, pa, nos vemos más tarde— dijo al pasar el umbral de la puerta — Que descanse Aníbal.

Don Javier se encargó de darle hospitalidad a su visitante que se mostraba muy incómodo por la situación, pero poco a poco se fue tranquilizando y rato después charlaban muy tranquilos.

Jess estuvo todo el día en el campo, pensando en lo incomodo de la situación con la llegada de Aníbal, algo que le rondaba en la cabeza era ese deseo de poder ayudarlo a que recordara, pensaba que era muy desagradable no saber nada. Así que decidió ayudarlo lo que más se lo permitiera la situación.

Llego a la casa pasada las cuatro de la calurosa tarde, al no encontrar a nadie en el camino, subió a darse un baño.

Bajo con un vestido vaporoso floreado que le llegaba a la mitad del muslo dejando a la vista las torneadas piernas, las que no pasaron desapercibida del radar visual que Aníbal le hizo. Haciéndola sonrojar, era la primera vez que ella podía sentir la mirada escrutadora de un hombre, que la observaba de manera extraña era como con posesión, y eso le molesto y también la inquieto.

Mi ángel, mi mujer  Serie Salamina Nº 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora