1. Comienza una historia con "Había una vez..."

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22 de julio de 2016

Había una vez una joven de mente ruidosa y voz muda que le gustaba observar por la ventana de su cuarto a las personas que pasaban por la calle, ya fuera de día o de noche, lloviera o estuviera soleado veía con atención cada detalle de aquellos seres esplendidos que se cruzaban con su mirada, prestando cuidado a los colores de sus ropajes y los movimientos de sus ademanes; la forma en como interactuaban unos con otros como si fuera lo más natural del mundo. Admiraba su facilidad para comunicarse y deseo poder realizar lo mismo que ellos pero por alguna razón eso le suponía una tarea muy ardua. Aunque lo desease, le costaba cruzar palabra con otros, incluso alguna vez trató de llamar su atención agitando sus delgado brazos desde la ventana pero era como si fuera invisible para ellos, así que lo único que se le ocurría en esas ocasiones era correr hacia su piano y tocar las melodías más hermosas que conocía, tal vez ellos no pudieran oír su voz pero su música transmitiría su mensaje a sus corazones.

Al terminar su pieza, corría nuevamente hacia la ventana para ver si alguien la escuchaba, pero la respuesta era la misma cada día. La calle quedaba vacía, era como si sus canciones en lugar de atraer a las personas las alejarán; se sentía tan desdichada y rompía a llorar amargamente, sin poder emitir sonido alguno. Luego de desahogarse, limpiaba sus lágrimas y pensaba que tal vez no había tocado lo suficientemente bien para que su música fuera apreciada, por lo que se esmeraría más al día siguiente.

Continuó, una y otra vez deslizando sus dedos por el teclado cada día y su música mejoro notablemente, incluso ella empezó a disfrutar de su propio esfuerzo al grado de olvidar el asunto que la había motivado. La música inundaba las paredes de su cuarto en lugar de las voces que al principio había anhelado y no se sintió mal por ello, era feliz con la música que tenía a su alrededor aunque no hubiera despreciado la compañía de alguien más.

Fue entonces, que en una tarde lluviosa mientras estaba absorta en su arte, un pequeño petirrojo se posó en su ventana abierta; estaba empapado y respiraba con dificultad. Ella se percató de su presencia y corrió ayudarle. Lo secó con cuidado en su delantal y cuando hubo terminado lo colocó sobre la caja del piano, quiso decirle que podía estar tranquilo a su lado, que podía pasar la noche con ella pero supuso que al igual que las personas de la calle, él tampoco oiría su voz y soltó un amargo suspiro mientras con su mano derecha fue tocando lentamente el compás de una melodía.

El pajarillo pareció reaccionar, agitó sus pequeñas alas y comenzó a cantar al par de la música, lo que la animo a continuar, por fin había encontrado alguien que podía conversar con ella. 

Tal vez no de la forma como lo hacían las personas de la calle pero si a su propio modo.

Tal vez no de la forma como lo hacían las personas de la calle pero si a su propio modo

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