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Era una noche oscura y tormentosa, cuando pensaba que rumbo tomaría mi vida a partir de ese momento. Acababa de perder a mi querido amigo, un gato que había pasado 7 años de su vida conmigo.
Antes de la tormenta, había ido por sus cenizas y no pude más que sentarme en la soledad de mi apartamento sin quitar la vista de ellas. Muchas personas creen que no debes llorar por una mascota, al fin es solo un perro o un gato, un hámster o un pájaro, le restan importancia sin saber lo que uno ha vivido en compañía de esos seres.
Para mí, Sorata era mi amigo, confidente y compañero. A alguien le había parecido gracioso dejar un pequeño gato en una caja de zapatos frente a mi puerta hace 7 años atrás y en cierto modo, fue lo mejor que pudieron haber hecho; yo le di un hogar y él me dio alguien a quien amar.
Siempre extrañaré su ronroneo para saludarme o para animarme en mis días grises, la manera en que asentaba su cuerpo en mis libros o en mi teclado, el cómo siempre cazaba mi mano o simplemente me miraba con esos hermosos ojos verdes cuando me vigilaba 'por la noche. Sobre todo en las noches de lluvia, cuando sentía la soledad inminente y su cuerpo tibio junto al mío me brindaba entre ronroneos una agradable compañía que me hacía saber que no estaba sola.
Él era mi más grande amigo...
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