7.-Dragon-fly

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De niña, cuando vivía en el mundo de los humanos, me convertí en una fanática, más bien una especie de adicta a los seres mágicos. Devoraba libros que hablaran sobre las sirenas y descubrí que eran muchas las leyendas que se contaban sobre ellas.

Por ejemplo, los griegos las consideraron genios marinos. Mitad mujer, mitad aves. Hijas de Melpómene y Aqueloo. Criaturas malvadas y perversas quienes fueron transformadas en híbridos humanas-pez, por Deméter. Todo en venganza por no haber rescatado a su hija Perséfone del secuestro de Hades. Las sirenas poseen un canto melódico, similar al de los pájaros, que resulta atractivo y seductor. Además de una belleza incomparable, y el poder de hipnotizar con el sonido de un canto peculiar. Se decía también que abusaban del don otorgado y lo utilizaban para atraer a los marineros y, una vez que conseguían hacerlos caer de sus naves, los devoraban sin piedad o remordimiento.

Gracias al tiempo que había compartido con Molpe y su especie descubrí que no todo lo que se contaba era verdad.

Realmente poseían gran belleza y una voz particular con la que podían hipnotizar a cualquiera, incluso Molpe podía desdoblarse, pero no eran criaturas malvadas. Por el contrario, eran gentiles, protectoras y amables. En el mundo acuático las sirenas eran respetadas, amadas y admiradas por sus súbditos. Yo misma lo había comprobado.

Para cuando el atardecer llegó aún me encontraba en el mudo marino, me sentía molesta después del altercado con mi madre y no deseaba volver al Palacio. Además, había un asunto que debía tratar con Molpe, el mismo que me había llevado a ese bello reino abrazado y protegido por plancton y corales que se escondía bajo las aguas cristalinas del lago. Necesitaba que me hablara sobre la leyenda del gran Dragon-fly.

—¿No crees que todos en Ciudad Celeste deben estar preocupados por ti? —preguntó mi amiga.

—Supongo que sí, salí tan apurada y molesta que no avisé a nadie a donde me dirigía.

Reconocí, aunque eso era lo que menos me preocupaba en aquel momento.

—Hiciste mal, Kalie, deben estar buscándote y no darán con tu paradero. ¿Recuerdas el escudo protector que envuelve al mundo acuático?

—Lo sé, pero antes es imperativo que me hables sobre un tema tan importante como delicado.

Su rostro se endureció al escucharme.

—¿Qué deseas saber?

Sonreí para tranquilizarla, lo que menos deseaba es que sacara conjeturas erróneas así que le conté lo sucedido la tarde anterior. Le dije que mientras hablaba con mi madre y con Sabana —más bien mientras discutíamos— mi aura se había oscurecido. Quizá debido al cambio brusco de mi ánimo, lo que provocó que escupiera una bola de fuego.

—¿Fuego? —repitió con el rostro transparente.

—Sí, fuego —zanjé—. Por un instante creí que se trataba de otro don, pero Sabana comentó algo sobre el Dragon-fly. Obviamente no entendí lo que estaba pasando y pregunté a que se referían, pero como de costumbre no obtuve respuesta. Por favor, necesito que me digas lo que sabes al respecto.

—¿Será posible? —dijo y por el tono usado me pareció que pensaba en voz alta.

De la nada, la misma imagen que se apoderó del rostro de mi madre poseyó el de la sirena.

—¿Sobre qué habla esa profecía y que tiene que ver conmigo?

Pedí casi en una súplica. Empezaba a desesperarme al notar a Molpe tanto o más sorprendida que mi madre y aquellos que fueron testigos en el Palacio de Cristal.

El vuelo de la libélulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora