Caminamos durante mucho tiempo. Demasiado. Sentía que habíamos recorrido cientos de kilómetros. El agotamiento de la manada y de Molpe flotaba en el ambiente advirtiéndome que no soportarían más a menos que les dieran un respiro. Un poco de agua ayudaría.
Y mucho.
Nada de eso pasó, ni pasaría. A las aves que nos escoltaban les importaba un bledo lo que sucedía a nuestro cuerpo y se limitaban a atormentarnos. Hacerlo los proveía de un placer incomparable así que lo hicieron quien sabe cuántas veces, hasta que nos encontramos en un punto y comenzaron a descender bajo nuestra mirada expectante. La espesa bruma se despejaba y nos permitía ver a distancia el imponente y temerario Palacio del Bosque Negro. Una nube ennegrecida que escupía relámpagos se posaba justo en la cima y creaba la ilusión de que una tormenta estaba a punto de desatarse. Entre más avanzábamos, más veíamos. La oscuridad persistía, pero con la neblina dispersa se dibujaba frente a nuestros ojos un paisaje escalofriante donde la desolación imperaba. Un panorama muerto que entristecería a cualquiera. La luz de la luna era opacada por nubes grisáceas que amenazaban con reventarse para aliviar el peso que cargaban. Lo intentaba, pero no podía encontrar una sola estrella. El color de la tierra era cobrizo y la vegetación escasa. Árboles secos, arbustos podridos y restos de animales se esparcían por doquier; como un cementerio al descubierto. No había vestigios de vida a excepción de la pandilla de cuervos que había guiado nuestro camino.
En la cumbre de una gran roca, que más parecía una montaña, se posaba orgulloso el Palacio, rodeado de una larga escalinata talladas en piedras deformes que culminaban justo en la entrada.
—¿Por qué han demorado tanto? —gruñó una voz que se movía con el viento y provocaba escalofríos al tiempo que un viento gélido se estrellaba en mi cuerpo.
Por más que buscaba en los alrededores, no lograba ver quién o qué era.
—No ha sido culpa nuestra, mi señor —respondió Grimo.
La parvada completa escondió la cabeza bajo su negro y espeso plumaje. Por su reacción supe que se trataba de alguien a quien temían.
—¿Por qué han traído a esas bestias? —Se escuchó de nuevo.
—Acompañaban a la princesa y el amo Sebastián nos ha ordenado traerlos hasta el Palacio —. Se disculpó el cuervo y el silencio se hizo presente otra vez.
—¡Grimo y Sisa, traigan a la princesa y a la sirena ante su rey! —ordenó la voz—. Que el resto encierre a la manada en el calabozo
—¡En seguida, mi señor!
¿Mi señor?
Mi instinto gritaba que no se trataba del rey, pero si de un personaje importante dentro de aquel reino.
Escuchábamos su voz más no podíamos verlo. Quizá se escondía entre las sombras como lo había hecho Sebastián, sin embargo, lo que llamó mi atención fue la sumisión de aquella criaturas oscuras y poderosas que temían a un ser superior.
Los coyotes fueron obligados a continuar y Morgan me dedicaba una mirada que no pude descifrar. Juré que haría lo imposible por ayudarlos.
¿Cuál sería su destino?
Aquella familia de coyotes merecía la libertad y la justicia que había ido a buscar y yo me ocuparía de que así fuera.
El contacto visual se perdió ante los picotazos y empujones que Molpe y yo recibíamos, pero mi tolerancia al dolor había aumentado solo de saber que al fin seríamos presentadas ante Kron.
—¡Dense prisa, insectos! —Graznó Grimo.
Obedecimos, no teníamos opción.
Al menos no en ese preciso momento.
![](https://img.wattpad.com/cover/76186206-288-k316896.jpg)
ESTÁS LEYENDO
El vuelo de la libélula
FantasíaAlgunas personas tienen la creencia de que las libélulas son agentes misteriosos de los dioses, dicen que miden las almas humanas. Incluso aseguran que son Almas que habitan la tierra esperando reencarnarse. Otras piensan que traen buena suerte, s...