13.-¿Si o No?

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Una inspección relámpago me dejaba con la sensación de que algo no marchaba bien. Una baja vibración, que nada tenía que ver con la del sapo que estaba frente a mí, saturaba el lugar. Froté mis brazos con mis manos, mi piel se había enchinado a causa de la baja temperatura que lo cubría todo. Hacía mucho frío en aquel Palacio con pinta de inframundo encubierto dentro del bosque.

Mis ojos repasaban cada rincón, algo o alguien aparte de nosotros estaba presente, lo presentía. El sapo fruncía el ceño y lamía sus mejillas sin apartar la vista de mí. Entonces las escuché y la imagen difuminada de tres seres de luz aparecía ente mis ojos.

—Hemos llegado —dijo mi madre—. Manténganse unidas y con sus instintos alertas.

—Ya he visto este lugar —balbuceó Séneca—. En mis sueños —agregó ante la mirada inquisitiva de mi hermana.

A Sarah no le había sentado bien saber que tenía otra hermana. Su actitud, la forma en como hablaba y el resentimiento que escapaba de sus ojos lo evidenciaba.

—Nunca he estado aquí, pero he soñado con este lugar, pero nunca imaginé que se tratara del Bosque Negro —contó con la cabeza baja y las manos atadas sobre su abdomen.

Desde que tengo uso de razón he creído que los sueños son mensajes mandados por nuestro subconsciente y que debíamos estar atentos a lo que transmitían.

Esa noche Séneca lo confirmaba.

Al parecer todos en el reino la habíamos subestimado. Una libélula-hada que bien podría darnos lecciones inimaginables, pero como imaginar que un hada que prefería recluirse en el anonimato podía transformarse en un ser tan poderoso.

—El Ojo del Tiempo nos trasladó al Bosque Negro —murmuró mi hermana para restar atención al comentario de mi guardián—. Nuestros ancestros nos han ayudado para rescatar a Kalie.

Mi madre asintió con la vista fija en Séneca. También la había impresionado por más que se esforzaba por controlarse.

—¿Pueden sentir su energía? —Las interrogó la reina.

—Puedo sentirla. Estoy segura de que Kalie sabe que estamos aquí —zanjó Sarah.

—La siento, y percibo un halo de oscuridad cerca de la princesa.

Trabé mi quijada para evitar que la expresión en mi rostro me delatara. Saber que Séneca podía percibir aquella energía ratificaba la extraña sensación que me aquejaba y me daba el coraje para continuar.

—Es obvio que otras criaturas estuvieron aquí —reconoció la reina. Su semblante denotaba preocupación.

—Quizá se trata de Molpe —intervino Sarah para relajarla.

— ¡Por todos los dioses, la princesa ha sido capturada!

Los gritos de Séneca incomodaron a una colonia de murciélagos que dormitaba en el interior de una cueva. Las aves chillaban mientras abandonaban su guarida y Sarah gritaba al tiempo que se sacudía para espantar a las criaturas.

—Silencio, o sabrán que estamos aquí —un murmullo con tinta de regaño.

—Lo siento.

La reina miró a Sarah con seriedad.

—Ojalá supiera por qué tu hermana se atrevió a venir aquí —dijo en un hilo de voz—. Debí advertirle que estar aquí desquicia a cualquiera.

—Es obvio que Kalie desea rescatar a Sebastián. Madre, ella lo ama.

Una punzada en el estómago casi provocó que devolviera su contenido a los pies del sapo. Sarah no tenía derecho a contar lo que yo le había confiado Mis manos se humedecieron y mis uñas se encajaron en mi piel mientras me esforzaba por no gritar.

El vuelo de la libélulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora