14.- Empecemos...

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El mitin de criaturas tenebrosas duró varios minutos. Me sentía asqueada y a punto estuve de salir corriendo. Era como presenciar una obra teatral donde los protagonistas eran cientos de zombis que adoraban una figura aberrante.

—Mañana será un día importante para las criaturas que habitan este reino. La princesa Kalie y su rey unirán sus vidas en matrimonio —Fanfarroneó el sapo—. Esta bella libélula que se encuentra a mi lado se convertirá en mi reina. Deben prepararse para el futuro que se aproxima —dijo antes de despedirlos.

Antes de que una horda de obreros descerebrados caminase amontonados para cumplir con su trabajo, se inclinaron ante él.

No eran sino máquinas programadas para obedecer. Su actitud resultaba tan extraña como misteriosa.

No llevaba mucho tiempo ahí, pero empezaba a darme cuenta de que no todo era lo que parecía ser. Tal como había advertido mi madre, así que debía descifrar que papel representaba Gumba en aquel circo.

¿Por qué sus ojos brillaban cada vez que recibía una orden de su rey? ¿Por qué los habitantes del reino oscuro bajaban la mirada al pasar junto a él?

Era un ser tenebroso, no tuve duda.

Grimo y su pandilla de cuervos alzaron el vuelo para escoltar a mis amigos. Quise creer que los llevarían a la entrada del laberinto y rogaba por que tuviera razón. Lamentaba que tuvieran que recorrer nuevamente los pantanos y esperaba que aquellas bestias negras como el petróleo no los torturaran durante el camino.

—Majestad, necesito pedirle un favor —exclamé en voz baja.

Decidí intervenir antes de que desaparecieran de mi campo de visión.

—Te escucho, mi bella libélula.

Tanta hipocresía provocaba que una oleada de picazón se apoderara de mis brazos y piernas. Las froté con rudeza antes de continuar. Un monstro como Kron jamás mostraría emociones amables, mucho menos románticas.

—Me gustaría despedirme de mis amigos antes de que regresen a su hogar —dije.

En ningún momento le quité la vista de encima, era imperativo que aceptara mi petición y mi instinto gritaba que lo enfocara.

—¡Grimo!, la princesa desea despedirse de sus amigos —ordenó a gritos.

Ya me había hecho a la idea de que ese era el recurso que utilizaba para hacerse escuchar.

Alcé los hombros y me acerqué a ellos. Molpe, Morgan y el resto de la manada temían por cuál sería su destino mientras un personaje detrás de ellos llamaba con descaro mi atención.

Sebastián.

—¿Por qué Kron asegura que te convertirás en su reina? —quiso saber la sirena.

Suspiré.

—Ahora no puedo explicarte nada. Debes confiar en mí —respondí con una sonrisa que no me llegaba a los ojos.

Ni siquiera sabía si podría entender mis razones, pero gracias a eso eran libres.

—Vuelvan al reino y no miren atrás —agregué.

Yo sola me encargaría del resto.

Como debía ser.

—¿Qué es lo que ha hecho, princesa? —murmuró un Morgan que parecía decepcionado.

—Cumplir con mi deber —zanjé—. Todo estará bien, no deben preocuparse. Váyanse y olviden lo que han escuchado.

El vuelo de la libélulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora