10.-EL CAMINO

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Llevábamos un rato andando y ya me sentía mareada a causa de las visiones que habían presentado sin previo aviso. Tuvimos que detenernos, necesitaba reponerme.

No tenía idea de que también poseía aquel don.

—Todos en el Palacio están vueltos locos, no saben cómo explicarse mi ausencia y hace rato que han comenzado a buscarme —conté a Molpe.

La sirena se recargó en un tronco seco cubierto de musgo, la expresión en su rostro perfecto evidenciaba su temor por la reacción de su reina.

—Séneca ya ha informado a mi madre —resoplé.

Escuchaba todo como si estuviera ahí e incluso, por momentos, se mostraban ante mí imágenes de la reunión en el Gran Salón.

— ¿Qué asunto es tan urgente? —quiso saber mi madre.

—No logro encontrar a la princesa, majestad —Informó mi guardián.

—¿Qué has dicho?

El aura de la reina se encendió. El color era tan brillante que Séneca tuvo que proteger sus ojos.

—Lo siento —exclamó el hada con el espíritu maltratado. Le habían encomendado una misión y no había sido capaz de cumplirla—. La he buscado por todo el reino y no he podido dar con su paradero.

La voz de Séneca era un murmullo apenas perceptible.

— ¿Cuándo te diste cuenta de la ausencia de mi hija?

—Medio día.

No supe si mi madre la había escuchado, pero se había puesto de pie y se acercaba a Séneca con mirada desafiante.

— ¿Y apenas vienes a informarme? —gruñó cerca del hada.

—Yo... no quise alarmarla. Creí que debía buscarla antes de enterarla, pero ya agoté todas las posibilidades y nada.

—Ajustaremos cuentas después, Séneca —sentenció mientras Séneca escondía la mirada—. Prescot, busca a Sarah. ¡Date prisa!

El viejo búho alzó el vuelo y desapareció.

—¿Crees que se ha atrevido a desobedecer? —Preguntó la reina a la criatura que se encontraba a su lado.

—La princesa ha dejado en claro que no es un ser sumiso, mucho menos obediente y ambas lo sabemos, majestad —respondió Sabana.

Mi corazón dio un vuelco al conocer la opinión que aquella hada se había formado de mí.

Negué con la cabeza.

—Lo sé—reconoció la reina. Pude sentir su decepción aun a la distancia—. Pero no pudo hacerlo sola, alguien debió ayudarla. ¿Quién se atrevería a desafiarme?

—Madre, ¿qué sucede? —. Las interrumpió Sarah.

—Tú sabes a donde ha ido tu hermana.

El gesto de Sarah respondió la pregunta.

—No he visto a mi hermana desde ayer —confesó.

Tisha y Sabana se miraron, entonces supe que se habían comunicado algo.

—¿Sabes que sitios frecuenta? ¿Con que criaturas se relaciona? ¿Dónde crees que puede estar?

Sarah parpadeaba al tiempo que era bombardeada por tantas preguntas.

—Kalie pasa mucho tiempo en el lago —respondió y la sangre en mi cuerpo se heló.

No fue difícil para ambas reinas sacar conclusiones. Miré de reojo a Molpe. La sirena supo que nos habían descubierto.

El vuelo de la libélulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora