Capitulo 20 II

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Antes de que Josemy entrara, pasó por ahí un señor con bata blanca y lo detuvo con la mano, dijo unas palabras por lo que Josemy se mostró ofendido y claramente decepcionado, volvió a sentarse en las sillas. Sonreí, pero tosí un poco, regule mi respiración y espere a que el doctor entrará, lo cual no tardó mucho.

Un señor ya mayor, con bata blanca y alto entraba en la habitación, no se veía tan adulto como recordaba, pero sí más serio y traía en sus manos una caja color violeta, me vio a los ojos y los vi, grises, era mi abuelo.

-¡Abuelo! -grite con alegría y quise pararme.

-¡María! -sonrío y se acercó más rápido.

Me envolvió entre sus brazos y había extrañado el olor a canela de mi abuelo, él siempre olía a eso, mi abuela a manzana y el a canela, la perfecta combinación, siempre me gustaba abrazarlo y olfatearlo, por más raro que suene. Era algo extraña y lo sigo siendo hasta hoy.

-Abuelo. -repetí susurrando, me separe de él y lo vi.

-Pequeña, como te extrañe. -me veía con nostalgia, mientras acariciaba mi cabello.

Desde pequeña decían que me parecía a la abuela, claro que con el paso del tiempo eso fue menos, pero no podía cambiar el color de mis ojos y algunas características de mi rostro. Seguía pareciéndome a ella en algunos aspectos y actitudes según mi madre, no me gustaba aquello, porque le recordaba a cada momento a ella.

-Sigues pareciéndote a tu abuela. -se escucho nostálgico e hice media sonrisa- Pero te falta color, pareces fantasma. -bromeó y soltó una risa.

-El color pálido es de familia. -alce los hombros y quede en una posición incómoda.

Ya me había cansado de estar medió acostada medió sentada, no podía acomodarme bien, pues en parte tenía miedo de que moviera alguno de los aparatos conectados a mis brazos y lo arruinarlo, intentaba no moverme, pero ya estaba muy incómoda y quería sentarme.

-¿Estás incomoda? -preguntó al verme haciendo muecas y asentí avergonzada.

Se paró y pasó al otro lado de la camilla, dejó la caja en la silla, tomo un control e hizo que está se pusiera en otra posición, la había doblado y ahora me molestaba más, pues había quedado peor y no me podía mover sin que me doliera, me pesaba el cuerpo. Quería sentarme, pero parecía robot o algo parecido.

-Uh, quedaste peor. -murmuro viéndome y asentí riendo- Espera. -levanto su mano y salió de la habitación.

Segundos más tarde entro con Manu, quien al verme parecía que le hubieran dicho uno de los peores sucesos, se veía triste y enojado al mismo tiempo. Se acercó y puso sus brazos en mi espalda y por debajo de mis rodillas, al estilo princesa. Mientras me sostenía no me atrevía a verlo a los ojos, pues mis mejillas deberían estar como tomates, maldita sea. Igual traía cubre bocas, ¿por qué?

-No la muevas y sostenla con cuidado. -le ordenó mi abuelo.

-Sí. -fue lo único que dijo.

Mi corazón latía con rapidez, más de la que esperaba. Los nervios carcomían mi mente y solo esperaba que el abuelo terminara. En un momento dado, cuando mi abuelo seguía buscando como acomodarme de una manera cómoda, enrede mis brazos en su cuello y me recargue en su pecho, pude escuchar como mi corazón latía con rapidez.

De momento escuchamos como algo se rompía y dejaba de hacer el sonido que escuchábamos. Levante mi cabeza y vi a mi lado izquierdo, donde el abuelo ahora estaba con una expresión de fastidio y al mismo tiempo avergonzado.

-Creo que la he roto. -murmuro y Manu soltó una pequeña risa, yo igual.

-¿Y ahora? -le pregunte todavía con mis brazos enredados en el cuello de Manu.

¿Primos? (Manu Ríos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora