2.

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Cuando tenía seis años, mi mamá invitó a su familia a mi fiesta de cumpleaños.

Yo estaba peleando con Dinah, mi mejor amiga, sobre quién se pondría el disfraz de Blanca Nieves. Yo decía que yo lo haría porque era mi cumpleaños, y mi piel era más blanca. En cambio, ella decía que su cumpleaños había sido la semana pasada y no se lo había puesto, y que ella era más alta, por lo que ella sería la princesa y yo un enano.

Mi mamá me llamó y lo hizo en español. No quise ir hacia ella, porque si me hablaba en español era para regañarme.

—Lauren, invita a Camilita a jugar con ustedes. No conoce a nadie aquí.

Asentí, mirando a la pequeña niña que se encontraba sentada en una esquina, aferrándose a la mano de su mamá. Aunque llevaba un año viviendo a su lado, nunca habíamos hablado.

—Ella habla español. Es cubana como nosotros, pero aún no puede hablar inglés. ¿Jugarás con ella, cariño?

—Sí, mami.

Lo siguiente que recuerdo es que estaba parada frente a ella, sonriendo y saludándola con la mano.

—Hola, ¿quieres ser mi amiga?

Camila miró a su mamá, quien le susurró un "anda mija, Laurencita quiere jugar contigo".

Lentamente se soltó de su mano y tomó la que yo le ofrecía, siguiéndome hasta donde estaba Dinah.

—Entiendo lo que dices —susurró—. No entiendo a nadie aquí.

—Es porque yo también soy de Cuba, pero vine aquí cuando tenía un año. ¡Era muy pequeña!

Camila sonrió, sacando la lengua por el hoyo que había dejado un diente de leche caído.

—Me llamo Camila. Puedes decirme Mila.

—Camz.

Ella me miró extrañada.

—Bueno, también puedes decirme Cami.

—Camzi —fue mi oferta final.

Y ella me abrazó.

—Gracias por ser mi amiga.

next door; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora