3.

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Cuando tenía ocho años invité a Camila a una pijamada en mi casa.

Yo estaba llorando porque me había rasguñado la mano en el jardín. Camila la tomó y le dio un beso. Luego me abrazó, y finalmente se separó con una sonrisa.

—Listo.

—Me diste un beso —respondí ingenuamente—. Pensé que eso sólo lo podían hacer los niños.

—Las niñas pueden besar niños. Los niños pueden besar niños. Las niñas pueden besar niñas. Y es lo mismo.

—¿De verdad?

Ella asintió enérgicamente.

—Yo tampoco lo creía, pero mi prima grande tiene una novia. Y se besan en la boca. ¡Que asco!

Reí.

—Los besos en la boca dan asco —estuve de acuerdo.

Y reímos juntas esta vez.

next door; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora