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Cuando tenía sesenta y dos años, decidí ordenar el abandonado ático de nuestra casa.

Entre cientos de cajas, estantes y mochilas, encontré una foto que no había visto desde que tenía diez años.

Camila y yo aparecíamos abrazadas en mi fiesta de cumpleaños número seis, sonriendo frente a la mesa llena de dulces. Yo iba vestida de Blanca Nieves, y Camila traía una adorable blusa de Barbie y unos jeans con brillitos. Lo mejor de todo era su sonrisa, su lengua asomándose entre sus dientes.

Aunque aquel espacio había cerrado, Camila nunca había dejado de sonreír así.

next door; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora