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Cuando tenía sesenta y cuatro años, Michelle y su esposo tuvieron mellizas.

Recuerdo haber recibido su llamada a las cuatro de la madrugada, desesperada porque Maddison había comenzado a llorar, y esto había provocado que Mackenzie llore también. Quien creo yo que verdaderamente estaba en problemas era Nick, su esposo, ya que mi hija estaba al borde del llanto, y tres mujeres llorando al mismo tiempo no era algo fácil de resolver.

Miré a Camila, quien dormía profundamente a mi lado, y recordé aquellas noches en las que Michelle no paraba de llorar, yo tenía malestar por el embarazo de Kiara, y Camila tenía depresión post parto. Fue terrible.

—¿Mamá? —la voz de mi hija me sacó de mis pensamientos.

—No te preocupes, nena. Ahora mismo voy a tu casa. Sólo... manten la calma hasta que yo llegue.

Mi hija vivía a tan sólo dos cuadras, por lo que hacer esas cosas se me facilitaban.

—¿Y mi mami?

Camila giró sobre la cama y balbuceó en sueños. Se veía adorable.

—Hay que dejarla dormir un poco más, ¿vale? Le dejaré una nota. Ahora cuelga, que en cinco minutos estaré ahí.

Michelle suspiró.

—Gracias, mamá. Por todo.

next door; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora