Yasuo, el Imperdonable.
—Yi me habló sobre ti. —dijo Wukong, asegurándose de que Ahri no escuchase. —Te describió como alguien serio y orgulloso alguien que le daba igual los demás... Ahora que te veo, no sé si lo dijo para que te tenga cierto asco y odio. —finalizó, riendo.
—No mintió al decir eso de mí. —aseguré, arrugando el entrecejo.
Wukong vuelve a reír, pero esta vez más suave, tratando de no llamar la atención de la vastaya.
—El hechizo de Ahri te afectó... Me das asco. —confesó, haciendo una mueca de disgusto.
—Ya lo había notado.
—Sal del hechizo en el que Ahri te metió, no quiero que ella sufra.
Dicho eso, el vastaya camina junto a Ahri, comienza a contarle sobre su viaje de manera animada, mientras ella escucha con atención sus aventuras.
Ahri comienza a correr en dirección contraria a la que nos encontrábamos; Wukong se sienta en el tronco de un árbol caído, lo imito, dejando mi espada en la fría nieve.
Nos quedamos en silencio unos segundos, escuchando como la brisa movía las débiles ramas de los árboles.
—¿A qué te referías con hechizo? —pregunto, hundiendo los pies en la nieve.
Wukong se echa hacia atrás y coloca sus manos detrás de su cabeza.
—Involuntariamente, Ahri hechiza a los hombres y algunas mujeres para su propio beneficio. —contesta, tranquilo.
—¿Qué clase de beneficio?
El vastaya se encoge de hombros, desinteresado.
—Ahri no me deja decirte, aunque no es algo que quieras saber si quieres seguir amándola. —dice con seriedad.
¿Tan malo era? No podía imaginarme nada malo relacionado con Ahri, su imagen era angelical y extraña, las personas hermosas no eran monstruos, o eso creía.
—¿La amas de verdad, no? —pregunta, dudoso ante mi respuesta. —El hechizo parece haber desaparecido, ya no actúas tan blando como antes. —ríe.
—Me resulta una mujer bonita, interesante e irritante. —confieso. —Pero necesito verla sonreír, quiero protegerla de cualquier peligro que se le cruce; ella me hace sentir superior, al parecer débil a mi lado...
Wukong me interrumpe con su molesta risita.
—Si ella se atreve a decirte todo lo que esconde, te sentirás inferior. —dice.
¿Qué mierda escondía Ahri? Debía ser algo muy grande como para que Wukong diga que es superior a mí.
—¿Puedes dejar de hablar de lo que ella esconde? —pido.
—¿Fue un golpe en tu orgullo? —bromea.
—No, es solo que...—suspiro— No puedo dejar de pensar en eso. —respondo, bajando la cabeza.
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Mi Flor de Cerezo
RomanceAhri era una vastaya, ella había crecido sola, jamás había conocido a su familia original. Ella solo poseía un amuleto y dos gemas idénticas que siempre llevaba consigo. Yasuo era un hombre sin honor, el vagaba por Runaterra en busca del asesino del...