El día ya había llegado en Jonia, los rayos solares lograban que la blanca nieve brille más. Con tan solo verla me cegaba.
Estiro mis brazos hacia arriba, bostezo, unas pequeñas lágrimas brotaban de mis ojos. Limpio mis mejillas rápidamente, no quería que Ahri me vea y crea que estuve llorando.
Me levanto de la nieve, recogiendo mi espada del suelo, sacudiendo mis harapos. Camino hacia la cueva, con cautela miro si Ahri aún dormía.
Ella no se encontraba aquí. Pensé en seguir sus pisadas, estas estaban marcadas en la blanca nieve, pero tal vez ella quiera estar sola. Ayer en la noche se le veía molesta, irritada. Estaba seguro que mi presencia causaba eso.
Miro el cielo, y por la posición del sol pude asegurar de que no pasaba el mediodía. Debía partir de Jonia, era peligroso quedarse más tiempo... Podían encontrarme y podían castigar a la inofensiva vastaya por esconderme.
Decido buscar a Ahri e informarle de mi ida. No quería preocuparle... O eso pensaba.
Debo de admitir que solo quería escucharla suplicar que me quede junto a ella, quería volver a sentir su suave tacto en mi piel. Escucharla implorar se había vuelto tan adictivo como su piel. Escuchar su voz susurrante pedir por favor era como una droga.
Parezco loco, un obsesionado... Acosador, pervertido. Volví a agradecer el hecho de que ella no podía leer mi mente o ver mis pensamientos. Camino intranquilo, siguiendo las pisadas dibujadas en las nieve. Estas no me llevan a ningún lado, el rastro desaparecía entre los árboles, por allí no corría ninguna brisa como para remover la nieve y borrar las pisadas...
"Tal vez siguió su camino trepando los árboles. Quizá se percató de que podría seguirla" pienso, acariciando la corteza de un árbol cercano. Era una pena no poder escuchar su voz por última vez.
Doy media vuelta y comienzo a alejarme de aquellos árboles, cuando a mitad de la acción un zapato cae en mi cabeza. Maldigo en mi cabeza. Toco el lugar que el zapato había golpeado y lo levanto de la nieve, observándolo.
Era similar a una bota, era negro hasta el tobillo y el inicio de los dedos, aquella parte estaba decorada por una cinta roja en los bordes; blanco hasta por debajo de la rodilla, tenía unos pliegues al inicio de la bota, y estaba adornada por cintas rojas que se cruzaban tres veces.
Era uno de los zapatos de Ahri.
—¡Maldición! —la oigo gritar, segundos después de que el otro zapato cayera.
Luego de eso escucho una rama quebrarse, seguido de mas crujidos y gritos, gritos masculinos y femeninos. Me aparto, evitando que caigan encima de mi.
Dos "personas" caen del árbol, con astillas en su piel y ramitas en su cabello.
La primera persona parecía ser otro vastaya, con las características de un mono y un hombre humano. Vestía con una pesada armadura dorada y roja, que dejaba descubierto su pecho, abdomen, sus brazos y piernas; tenía una bufanda roja, similar a la mía, pero más pequeña. Su pelaje era café claro. La segunda persona era Ahri, su cabello estaba desordenado, y ella descalza. La vastaya había caído encima del mono; la blanda nieve había amortiguado su caída casi mortal.
—Te dije que no iba a resistir... —dice Ahri, levantándose de encima del vastaya. Sus piernas temblaban.
—Te moviste demasiado. —se queja el mono, sobando su espalda.
La vastaya choca su espalda con mis brazos, ella aún no se había percatado de mi presencia.
Yo aún tenía en mis manos aquel zapato, se lo entrego con una mirada seria.
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Mi Flor de Cerezo
RomanceAhri era una vastaya, ella había crecido sola, jamás había conocido a su familia original. Ella solo poseía un amuleto y dos gemas idénticas que siempre llevaba consigo. Yasuo era un hombre sin honor, el vagaba por Runaterra en busca del asesino del...