20. Tierra sombría.

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La primera en despertar ese día fue Ahri. La luz del sol del amanecer entraba por la ventana, logrando que esta irritase los ojos de la chica. Cansada volteó la mirada hacia la puerta, encontrándose con la taza llena de aquél amargo té que debía beber para no perecer ante el efecto de los muros antimagia. No bebió ese asqueroso líquido, no lo necesitaba aún. Levantó su ligero cuerpo de la gran cama, diciendole adiós a las comodidades de la habitación.

Salió del cuarto de forma silenciosa, tratando de no llamar mucho la atención. Sus nueve colas felpudas se movían de lado a lado, impacientes. Estaba ansiosa por salir de ese lugar. La voluptuosa mujer bajó las escaleras, encontrándose con la mucama más joven, la saludó con un gesto y caminó hasta el jardín trasero de la casa, disfrutando del aire libre.

En la última habitación del segundo piso se encontraban Yasuo y Lux. Ambos dormían en la cama de la rubia, ya que la noche fue bastante fría, la chimenea no permanecía encendida y el frío aire entraba por esta. El espadachín le daba la espalda a la joven mujer, mientras que ella se aferraba a su cuerpo, pensando en extrañar cada centimetro de su piel. Aunque tal vez no sea así, seguramente olvidaría su tonto sentimiento y se reiría de lo que pasó.

Yasuo despertó, bostezó y luego se sentó en la punta de la cama, apartando a la demaciana. Se sentía sucio por dormir con ella, aunque no tenía otra opción a menos que quiera morir de frío. Se levantó del cómodo colchón, acomodando sus ropas en el acto, caminó, cansado, hasta la ventana del cuarto, para así poder ver a Ahri, quién se encontraba en el patio trasero sintiendo el aire fresco contra su rostro. Lux abrió uno de sus ojos, mirando a Yasuo. Ella se desperezó en la cama, estirando sus brazos hacia el techo, para luego rascar su espalda mientras tragaba saliva. Se quedó viendo un rato al castaño, esperando a que saliera del cuarto para poder vestirse, en lugar de pedirle que se fuera.

Yasuo se percató de que Lux ya había despertado. Suspiró y tomó su espada, caminando hasta la salida, cerrando la puerta tras de sí con suavidad.

La rubia cubrió su rostro con ambas manos. Estaba preocupada, sí, Noxus era bastante peligroso para ellos, pero no creía que les hagan algo malo si seguían sus indicaciones. La joven guerrera se viste con sus mallas y armaduras, enfundando su espada y colocando una capa azul en su cuello. Tomó su cetro con un llamativo cristal en la punta y salió del cuarto.

Las tres personas, iguales pero diferentes, se encontraron en la sala. Lux cargó una cantimplora con agua y otra con el té especial para Ahri. Sus miradas, ámbar y azulada, se cruzaron por un momento. Un poco de odio había en estas, la vastaya odiaba tomar aquella amarga bebida, sentía que en algún momento eso la mataría. Pensaba que Lux quería deshacerse de ella, pero no quería ser paranoica.

—No hace falta que lleves eso. —comentó Ahri, señalando la cantimplora.

—¿Por qué no? Podrías hacernos daño. —contestó la rubia, insegura.

La quimera miró de reojo la expresión de Yasuo, una crédula y preocupada. Ahri apretó los dientes y los puños, negando varias veces con la cabeza.

—No, no podría hacerles daño. No poseo ningún poder, solo la magia que mi cuerpo necesita para funcionar. —mintió, abriendo los ojos como platos para que Luxanna no revele nada.

La maga de luz frunció el ceño. Ocultarlo empeoraría las cosas luego, no quería que ella le mienta al que supuestamente era el amor de su vida.

¿Qué ganas con ocultarlo? —preguntó Lux, hablando en su idioma nativo, llevándose una expresión de sorpresa de Ahri.

Tú deberías saber mejor que nadie lo horrible que es ser juzgado por lo que eres, maga de luz. —contesta la vastaya de manera hostil.

Mi Flor de CerezoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora