19. ¿Qué ocultas?

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La pareja se encontraba sentada en el sofá blanco de la sala, él en el mueble, ella en sus piernas. No decían mucho, había momentos en el que las palabras no importaban. Sus manos estaban juntas, sus dedos entrelazados sintiendo la suavidad del otro. Ahri observaba lo apretado que le quedaba la ropa a Yasuo con un poco de gracia, pero supo disimularla.

Las cosas menos preferidas de Luxanna era el silencio. Ella se encontraba en la cocina, haciendo algo de comer. Tranquilamente sus sirvientas podrían encargarse de eso, pero quería evitar ir a la sala por un rato. Cuando por fin termina con el aperitivo de carne y verduras lo sirve en tres platos de forma prolija. Los coloca de manera ordenada en la mesa, con diferentes tipos de cubiertos a los lados de los platos y una servilleta de una suave tela. Acomoda finalmente las sillas y un simple vestido que se había puesto minutos antes, llamando a sus invitados a la mesa.

Los jonianos entran al comedor, era algo informal que ambos cenen con un pijama, pero no tenían nada más que ponerse, no hasta que los sastres terminen de arreglar aquellos arapos. Lux se sienta en el centro y Ahri y Yasuo a los lados, distanciados pero enfrentados. Sin decir palabra alguna, la rubia y el castaño comienzan a comer, mientras que la vastaya los observa, algo aburrida.

—¿No comerás? No sabe tan mal. —preguntó y bromeó Luxanna, al ver que el plato de su invitada estaba lleno e intacto.

—Ahri no come —le informó Yasuo, con la boca llena. —. La comida se vuelve arena en su boca, supongo que es un castigo por vivir por siempre, no todo debe ser perfecto, ¿Sabes?

La demaciana miró apenada a la mayor, pensar que era privada de los exquisitos sabores de la vida culinaria. A la vez pensó en porque su Dios la había castigado de esa forma, suponía que no era alguien que hacía el mal.

Pero Ahri no creía en ningún Dios, si en verdad existiera uno, no tenía motivo por darle una vida tan injusta. Su familia la abandonó, se crió como un animal y a causa de eso tuvo que matar para sobrevivir, descubriendo finalmente su poder, y gracias a el, absorber algunas memorias y aprender sobre algunas emociones, volviéndose finalmente una humana. Pero su otro castigo era vivir matando, ser reconocida como un demonio y no poder ser amada por su maldad.

—Lo siento —se disculpó Lux—, si hubiera sabido no hubiera hecho para ti, tuve que haber preguntado.

—No importa, no tenías como saberlo, no es tu culpa. —respondió Ahri de manera gentil.

Yasuo continuó comiendo, saboreando cada parte de aquel elegante platillo, cuando acabó, comenzo a comer el de su novia, con su permiso y el de Lux.

Luego de comer las sirivientas se encargaron de los platos, una de ellas, la más joven, acompañó a su jefa y los invitados al sotano, donde se encontraban sus prendas ya arregladas y limpias.

Como Yasuo había pedido, no se había realizado ningún cambio con su ropa, mientras que a la de Ahri se le agregó la parte superior de una armadura de cuero con bordados cobres y dorados, que solo cubría su vientre y se amarraba con una cuerda azul; sus mangas poseían una linea de cuero entre el blanco y rojo de esta; cambiaron por completo su falda deshecha, ahora esta tenía dos partes, la primera era simple, similar a su anterior falda pero más corta y apretada, y por encima de su entrepierna colgaba una tela triangular como por detrás, cubriendo un poco más; en la parte inferior del escote, en donde iniciaba su armadura, colgaba una cinta roja que en el final colgaba una campana y algunos hilos.

—Pensamos que, al vivir en Jonia, lugar con constantes invasiones noxianas, ella debería poseer una armadura para no recibir daño en aquella zona tan fragil. Al ser de cuero es liviana. Los hechizos más poderosos no podrán penetrarla. —dijo la sastre, levantándose de su sitio.

Mi Flor de CerezoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora