Capítulo 1 - ELIE: Escape de la primera pesadilla.

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Una mujer corría descalza entre charcos de lluvia. Entre callejones oscuros, sólo iluminados por la luz de una luna que parecía burlarse de ella con una sonrisa macabra. Asustada tropezó, luces de linterna se vieron detrás, creció el miedo, la desesperación. Tomó aire, miró de nuevo al frente, de nuevo comenzó a correr, debía escapar de sus captores, tenía que huir de aquella vida de retención.
     El frío penetraba en su cuerpo, la delgada de la bata que vestía no bastaba para protegerla del aire frío que la acosaba. Los pies comenzaban a doler. El cansancio llegaba. Sentía un dolor tremendo bajo las costillas. Quién sabe cuánto llevaba corriendo imparable tras la necesidad de escapar. Los jadeos se hacían más fuertes, opacando los gritos de aquellos que la intentaban detener: «¡Deténgala —aullaba uno—, es pieza clave para los experimentos!» Entre esquinas escuchaba más voces, veía más luces acusantes, cada giro en cada esquina tenía la probabilidad de ponerle fin a su sueño de libertad.
     La fuerte presión que ejercía el cansancio la obligó a tomar la decisión, debía dejar de huir y ocultarse. Analizó el área por la que corría, pese a su escasa visión, y en la oscuridad logró divisar un escape al tormento: Un basurero. Aceleró entonces el paso, debía entrar en él antes de que sus captores giraran en esa última esquina.
     La respiración acelerada, las plantas de sus pies adoloridas al punto que parecían estar a pleno fuego, la decisión, la necesidad de libertad. Todo formaba parte de esos últimos instantes tras ocultarse en el contenedor. Era verde pastoso, perfecto pues no resaltaba entre la penumbra de la noche. Y del tamaño que necesitaba ella para entrar. Alzó la tapa que cubría el fétido olor, el cual ignoró por completo, era mínima esta sentencia comparada con la reclusión y el trato dentro de aquel laboratorio inhumano en el que se encontraba horas antes.
     Escuchó correr y bramar a sus captures, al principio eran sonidos fuertes y constantes. Pero el tiempo comenzó a correr, primero los minutos y luego las horas. Soportó el olor y la sensación sofocante que la acompañaban silenciosos. Después los sonidos se hicieron más lejanos, los pasos a penas se escuchaban. Y cuando fueron nulos, la mujer que antes corría descalza, sucumbió ante el sueño, el cansancio y una sensación de tranquilidad momentánea.

     Logró escapar.

Entropía.Where stories live. Discover now