Capítulo 9: Lance - Fuiste tú.

15 1 0
                                    

     Me gustaba jugar con fuego.
     —¡Ayuda! ¡Lance, por favor!
     El infierno. Estoy en el infierno.
     Se siente un calor insoportable que traspasa todo mi cuerpo. Algo se quema, las paredes, los muebles, mi vieja casa. El infierno es mi casa, era.
     ¿Dónde está Laura?
     ¿Dónde está mi hermana?
     Corro entre el fuego, necesito encontrarla.
     Busco en un cuarto, no.
     En otro, tampoco. 
     Sigo corriendo. Escucho gritos. Es ella.
     Sigo la voz.
     —¡Ayuda! ¡Lance, por favor!
     Giro en la esquina, el fuego es más ardiente. Siento cómo daña mi piel. Aquí el humo es más abundante. Me cubro con mi playera. Sigo, pero ya no corro, sólo avanzo lento siguiendo la voz de Laura. 
     —¡Ayuda! ¡Lance, por favor!
     El sonido es más fuerte, sé que está cerca.
     El sonido es más fuerte, detrás de la puerta.
     —¡Ayuda! ¡Lance, por favor!
     Es mi única familia. No la puedo dejar aquí. Debí pensar en que esto podría ocurrir.
     Tomo el pomo de la puerta, está ardiendo, me duele, no puedo abrirla, siento que derrite mi mano. Pero la puerta parece frágil, siento que puedo romperla. Tomo impulso desde atrás y corro estampando mi hombro. Duele también pero sigo después de escuchar la madera crujir. Una vez más. Dos. Parece que la puerta de dobla. Tres. Ya no siento mi hombro. Cuatro. Las lágrimas brotan, y siento como si se evaporaran. Cinco. La puerta se rompe.
     —¡Ayuda! ¡Lance, por favor!
     Aterrizo del otro lado, pedazos de astilla se quedaron en mi cuerpo. Pero ya no hay dolor.
     Está tirada en el piso. ¿Muerta? No. Aún respira. Lo sé. Lo siento. Está viva.
     —¡Ayuda! ¡Lance, por favor!
     —¡Ayuda! ¡Lance, por favor!
     —¡Ayuda! ¡Lance, por favor!
     Son voces en mi cabeza.
     La cargo, cuál costal. Y paso por el mismo camino del que vine. Pero pasa algo, el piso del infierno se rompe y caigo a través de él. Cuando caigo al piso siento cómo se fractura mi pierna. Grito, lloro. Me arrastro, tirando de ella. Pero no puedo. Ya no puedo. No soporto el calor. El humo no me deja respirar.
     Sólo un fondo negro.
     Fue mi culpa, yo cause esto.
     Me volví adicto al fuego después de que papá y mamá murieron. Era como si absorbiéra el dolor y lo quemara, creando humo que ya no dolía, sólo se iba. Al principio fueron cosas pequeñas, pero después quería más, más, más. Hasta que quise consumir el último recuerdo. 
      Fondo negro.
      Aparece un dedo acusador.
      Aparece otro.
      Luego millones de ellos a mi alrededor, me señalan todos, es ella, millones de Lauras me señalan. 
      —¡Fue tu culpa! ¡Fue tu culpa!
      Dicen todas al unísono. Es un coro que me rompe. Y lo repiten. Y lo repiten.
      Cada una de ellas da un paso al frente. Saliendo de la oscuridad. Tienen la mitad del rostro vendado, y la otra mitad me mira. Las vendas empiezan a caer. No puedo soportar ver su piel.
     Perdón, Laura, no quería que esto pasara.

     Despierto.

Entropía.Where stories live. Discover now