Capítulo 3 - ELIE: Ayuda.

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Comenzó a avanzar entre las miradas, sintiéndose acosada. Pese al sueño, necesitaba descanso, y sentirse segura, básicas necesidades humanas, parecían tan inalcanzables, tan lejanas. «La policía -pensó.» Récordando de manera vaga su plan antes de escapar, debía ir, pedir ayuda, pero poco sabía de su misma existencia y del sitio de donde había logrado escapar, su memoria difusa le impedía avanzar. Caminó entonces, buscando entre los letreros esa palabra, entre tanta información, ruido, miradas. Le costaba concentrarse, y al poco rato su respiración comenzó a agitarse, respiraba más rápido, más profundo. Inhalaba, exhalaba, inhalaba, exhalaba. Se preocupó por si misma, lo dejaba entre ver en su rostro.
-Hey, ¿estás bien? -dijo una voz a su espalda, masculina, grave. Ella giró, y vio a un hombre, portaba un uniforme azul, y una insignia en el lado derecho de su pecho ponía una leyenda: «Policía Federal». Subió la mirada, pues él era alto, y ella en comparación se veía pequeña, miró entonces su rostro, cabello negro, rostro en forma de diamante con una barbilla pronunciada, cubierta por una barba de medio día, tupida, sus ojos avellana hacían juego con su tez aceitunada, y su cabello negro peinado hacia un lado.
-Ah... -balbuceo ella, aún recuperando el control de su respiración-, policía.
Él la miró, comprensivo, parecía que ella tenía un mal momento, olía mal, y su aspecto era preocupante, no podía dejarla a su suerte. La miró con más deteniendo, sonrió.
-En serio eres idéntica a ella -se hizo una pausa, ella lo miró confundida-. Lo siento, me presento, soy Alphonse. ¿Quieres que te lleve a la estación?
Ella deseó que todo fuera más lento, parecía demasido conveniente, demasiado apresurado. De nuevo no sabía cómo responder en este mundo desconocido. Además, ¿idéntica a quién? Se perdió entre sus preguntas internas, vagando en la confusión. En un momento Alphonse alzó una ceja, y sonrió forzado, insisitiendo por una respuesta.
-Lle... llévame -respondió al fin-, por favor.
-Perfecto, ven, vamos a la camioneta.
Tocó él con su palma la espalda de ella, aplicando cierta presión para indicar el avance. La mujer entiendió la expresión, y aunque con miedo, comenzó a andar. Vislumbró no muy lejos la camioneta, estacionada en una calle cercana, era negra con motivos dorados, con blanco tintaban las palabras «Policía Federal», y ella repetía esas palabras en su mente. Confome se acercaban, avanzando en calles, logró ver a una mujer en uno de los asientos del auto, lentes oscuros, cabello castaño recogido en una coleta que pasaba por el agujero de una gorra del mismo color de su uniforme, con una insignia de estrella dorada, y con las mismas palabras que el auto tintaba en blanco.
Llegaron al auto, él se adelantó para abrir la puerta trasera. -Pasa -le dijo. Y ella entró, con ya menos desconfianza. Los asientos de la camioneta estaban forrados de negro, estaba el asiento del conductor vacío, a su derecha, delante de ella, estaba la mujer castaña quien simplemente miraba por la ventana que estaba baja, ignorándola. Detrás había un asiento triple, donde estaba ella a un lado de la puerta. Y a su espalda un compartimiento que parecía ser la cajuela.
Alphonse trotó al rededor de la camioneta hasta llegar a la puerta del conductor. Abrió la puerta y entró, se giró hacia ella y le regaló otra sonrisa. -Ella es mi compañera, Ilian... No habla mucho.
Se dirigió entonces a su compañera: -Vamos a dejarla en la estación, parece que está... perdida -miró de nuevo a la mujer en bata blanca, y en seguida volvió a su compañera.
Ella podía ver a Ilian, la compañera, por el espejo delantero, tenía tez blanca pálida y su rostro era como un óvalo ligeramente alargado. Le sobresalía un mechón de la gorra del uniforme.
-Cómo te gusta ayudar a los vagos -suspiró la policía-. Vamos, pero que sea rápido.
Él respondió con la mirada y asintiendo con la cabeza. Pisó el acelerador, la camioneta comenzó a avanzar. Ahora la mujer recién recogida podía ver el mundo de manera anónima, lejos de las miradas juzgantes de los transeúntes y conductores, podía ver las calles, que ya no parecían tan grises, los edificios y sus ventanas ahora transmitían un poco más de vida, la vida de la ciudad. Pese a todo, parecía que había un futuro para ella, dejando atrás su oscuro pasado en ese maldito laboratorio.

Entropía.Where stories live. Discover now