Capítulo 8 - Lance: Rata blanca.

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Abrió con fuerza los ojos, sus pupilas contraídas, miró frenético los alrededores y pronto se dio cuenta de que no podía mover la cabeza. Miró la nada, era demasiado oscuro para poder ver algo. Intentó mover el resto de su cuerpo, pero no pudo, se sintió atado de muñecas, tobillos y cuello. A su espalda percibía una sensación metálica.
-¡Argh! -gruñó. -¡¿Qué está pasando?! -dijo con fuerza mintras aplicaba presión levantando sus brazos para intentar zafarse. Pero era inútil. Los grilletes con los que estaba sujeto eran también metálicos, gruesos, no podría romperlos.
El miedo dentro de la pesadilla aún estaba presente, sumado a la agonía de estar atrapado, a no enteder lo que pasaba. Estaba asustado.
Se encontraba realmente incómodo, poco de su cuerpo podía mover, y estar atrapado comenzó a producirle estrés. Pronto los segundos se hicieron minutos, y cada tanto sedía a la desesperación e intentaba librarse, pero no lograba nada más que lastimarse. Los minutos comenzaron a pasar, y sin que él lo percibiera ya había pasado la primera hora. Sus ojos se comenzaban a acostumbrar a la oscuridad, y vio entonces siluetas de algunas cosas, girando el cuello con cuidado hizo un reconocimiento de la zona, distinguió una mesa blanca empotrada en la pared, con algunos frascos por encima, al frente miró una pantalla, o eso parecía, y del otro lado una especie de tubo que se asemejaba a un perchero desde su perspectiva. Siguió avanzando el tiempo, una hora se convirtió en dos, y después en tres; pese a la incomodidad y al miedo comenzó a seder al sueño, dormiraba entre ratos, y cuando no comenzó a pedir auxilio.
-¡Ayuda! -preguntaba. -¿Alguien?
Nadie contestaba.
-Maldita sea. ¿Quién está detrás de esto?-gritaba.
El silencio perduraba.
Si no se había vuelto loco, lo haría pronto. No era él la mejor persona del mundo, sin embargo después de repasar en sus recuerdos no encontró algo tan malo como para tenerlo atrapado de esa manera. Después de no encontrar enemigos potenciales comenzó a preguntarse con otros motivos. No tenía familia más que su hermana a la que no había visto en años; se empezó a imaginar entonces como una rata de laboratorio, era fácil secuestrarlo y, después de todo, nadie lo buscaría. Sin familia, sin amigos, sin pareja, nada. Una lágrima corrió por su mejilla al pensarse tan solitario, tan ausente. Extrañó a sus padres, a su hermana... -Laura -dijo entre dientes, un sonido apenas audible, ahogado entre su propia melancolía. Después de la muerte de sus padres ellos habían quedado completamente solos, casi completamente, más bien al cuidado de su tío, el hermano de su padre, sin embargo cuidado era un palabra que poco encajaba con lo que él hacía, los mantenía encerrados mientras se gastaba el dinero de la herencia, que no era poco, y sin recelo fue vendiendo las procesiones de la familia hasta que la casa de ellos quedó vacía.
El miedo había quedado atrás, ya sólo quedaba el enojo, la tristeza y la desesperación. Sin notarlo su visión por fin se había acostumbrado por completo a la oscuridad, su alredorer ahora parecía más un laboratorio, aquello que parecían frascos en la mesa empotrada eran ahora tubos y matraces, algunos con líquidos, otros vacíos; aquel perchero tenía una bolsa con un líquido transparente de la que salía una pequeña manguera, había visto eso antes, eran unas de esas cosas que le ponían a los enfermos en los hospitales, pero no logró recordar el nombre; siguió mirando a su al rededor y lo que parecía una pantalla seguía pareciéndolo, ahora con más nitidez; y por último, por encima suyo, notó un foco que salía del techo.
Había sido secuestrado, lo sabía y podía con cualquier fin, su imaginación voló al sentirse como una rata dentro de un laboratorio, a merced de cualquiera que entrara, estaba completamente indefenso y entonces el temor intentó volver, pero él no lo permitió, sabía que debía mantenerse cuerdo, porque en ese momento lo único que poseía era su humanidad, y no iba a perderla.
Algo lo cegó, una luz, a intentó cubrirse con sus manos antes de recordar que estaba atado a esa cama metálica. La luz provenía de la pantalla, tenía un fondo blanco y nada más que eso y así permaneció durante unos minutos. Cuando la luz le dejó de lastimar empezó a corroborar su al rededor, y notó que si era lo que su visión en la oscuridad había logrado captar, la mesa, los tubos. Las paredes eran blancas y el cuarto era un poco más grande de lo que había imaginado. Miró la pantalla pero nada cambiaba, sólo el fondo blanco que iluminaba la sala. Otros segundos pasaron, cuando del fondo blanco apareció una mujer, sólo se veía su rostro y parte de su cuello, era rubia, de tez blanca y ojos color cielo matutino. La mujer sonrió, pero su expresión fue antinatural, y pronto notó que no era una persona real, sino una animación muy realista de una mujer. La animación parpadeó, lo hacía lento y muy notorio, como intentando hacerte pensar que sólo algo vivo tendría la necesidad de parpadear.
-¡¿Quién eres?! -gritó la rata de laboratorio.
-¡Hola! -exclamó una voz que provenía de la pantalla, era una voz aguda y femenina, aunque mecánica, y al emitir el sonido la figura femenina en la pantalla abrió y cerró los labios, emulando que hablaba, pero estos movimientos, como su voz, eran también mecánicos.
-¡Pregunté quién eres! ¿Qué hago aquí? -intentó gritar, pero se quedaba sin fuerza.
-¡Hola! -repitió la voz.
El hombre reaccionó confundido. -... Responde -exigió molesto, pero más que esto, preocupado.
-¡Hola! -de nuevo.
-Argh, maldición. ¡Hola, hola, hola! ¿Quién eres?
-¡Hola, Lance! ¿Cómo estás? -le preguntó amigable. Esto lo molestó más, pero no sabía cómo reaccionar, el estrés se comenzó a acumular. Pensó en no dirigirse a la máquina, sino a quien la manejaba, pero descartó esto después de recordar que horas antes había gritado al aire sin respuesta.
-Dime... qué... hago aquí.
-¡Hola!
-Maldita máquina. Solo... -cayó unos segundos, e intento seguir su juego -, hola.
-¡Hola, Lance! ¿Cómo estás?
-Hola..., una vez más. Estoy... mal. Necesito ir al baño -dijo rendido.
-Hazlo, limpiaremos mientras duermes -le respondió con total serenidad.
-Espera, ¿qué? -preguntó confundido, ya no era simple miedo, ahora sólo estaba preocupado, no era un secuestro, era algo que caía en lo absurdo.
-¡Hola, Lance! ¿Cómo estás? Te daremos una nueva pesadilla esta noche. ¿Estás listo?
-¿Pesadilla? -preguntó con rabia. -¿Ustedes causaron eso?
-Buenas noches, Lance, descansa. Hablamos en la mañana -dijo la voz de la pantalla, y después el aparato se apagó en un instante. Y la oscuridad de nuevo se hizo la reina, gobernando la visión de él, de Lance. Éste pegó un grito hasta quedar afónico.
Un gas color verdoso comenzó a inundar la habitación, el gas provenía de las aristas que creaban las paredes contra el piso. El gas se empezó a elevar, y llego a la placa metálica en la que estaba recostado. Intentó volver a luchar pero ya no tenía fuerza, no se podía safar de las cadenas, no podía huir. Entonces, cuando el gas estaba encima suyo, llenando la habitación a su al rededor, contuvo la respiración, pero no por mucho, no pudo. El gas entró por su nariz, y más temprano que tarde el color verdoso fue sustituido por la oscuridad fulminante de sus párpados. Y después, la pesadilla.

Entropía.Where stories live. Discover now