La gente recuerda, no olvida

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— ¿Porque traes esa maldita cámara contigo? —le preguntó Frank al rizado.

Ray solo sonrió— Por si Gerard se enoja y te golpea. Será un buen artículo para el periódico. Si lo hace, entonces espero que sea en la cara, así podré tomar una buena foto del momento.

— ¿Eres mi amigo o enemigo, Raymond? ¿Y porque has venido, de todas formas?

— Lo siento, es solo que quiero ver cómo reaccionará al verte. No creo que se espere que toques a su puerta para pedirle perdón. Por eso supongo que será algo digno de ver. Que tú te disculpes con alguien es un hecho histórico, amigo. Y quiero estar ahí cuando suceda.

— No es una disculpa. Solo es... Bien, es una disculpa —bufó Frank, mientras caminaban por los pasillos del hotel donde se hospedaba Gerard.

No había sido fácil averiguar en que hotel de los miles y miles de la ciudad se encontraba, esa información siempre era guardada recelosamente por las mismas estrellas para evitar ser molestados o acosados por fans lunáticos. Pero Frank era periodista, nada se escapaba de él. Y él también tenía sus contactos, Gerard no era el único.

Así que allí estaba, rumbo a pedirle disculpas a su antigua víctima. Frank era muy terco, nunca admitiría un error y siempre trataría de dar excusa tras excusa con tal de salirse con la suya. Ray lo había convencido de hacerlo, además de insistir en venir con él para contemplar el momento. Sabía que esperaba que Gerard lo golpease, pero eso no iba a suceder, oh no.

Se detuvieron cuando llegaron a la habitación.

— No digas nada idiota, Frank —le avisó Ray cuando estuvo a punto de tocar a la puerta. Pero su amigo luego cambió de idea— No, mejor hazlo. Te mereces que te golpeen.

Frank rodó los ojos y suspiró. Tocó dos veces con su puño y esperó, listo para hablar y tirar su dignidad al piso. No era fácil para él reconocer que había actuado mal, quizás si era un niño inmaduro después de todo.

La puerta se abrió y Frank abrió la boca, dispuesto a decir algo, pero las palabras quedaron atascadas en su garganta. No era Gerard quien la abrió, no, era otra persona completamente diferente. Y esa persona apenas vestía unos bóxers, dejando al descubierto su tostado y musculoso torso. 

— ¿Puedo ayudarlos en algo? —preguntó el sujeto de poderosos ojos celestes y largo cabello castaño, cuando ninguno de los dos habló.

— Dios mío, tienes el mejor cuerpo que haya visto en mi vida —murmuró Ray, para luego tomarle una foto.

— ¡Ray! ¡Deja esa cosa! —reaccionó Frank, luego miró al extraño y negó con la cabeza— Lo siento, debimos habernos confundido de cuarto... 

— ¿Quién es, cariño? —otra voz se dejó oír desde adentro, una voz familiar. Y pronto el dueño de esa voz apareció en su campo de visión. Está vez supo quien era. Era Gerard.

El joven se frenó en seco al verlo y su sonrisa desapareció. Al menos él estaba algo más presentable que el otro, pues vestía una bata negra.

— ¿Qué quieres ahora? ¿Quieres seguir burlándote de mi? ¿Acaso no tuviste suficiente? —dijo Gerard luego de unos segundos de incómodo silencio.

— No, en realidad vine aquí a disculparme.

— ¿Disculparte? ¿Tú? —soltó una risita— ¿Qué clase de broma es está?

— No es ninguna broma, Way. Reconozco que hice mal, ¿está bien? Lo admito. Y por eso mismo estoy aquí.

— ¿Alguien podría decirme por favor que está sucediendo? —el sujeto alto y semidesnudo habló, mirando a Gerard.

My Gay Romance ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora