Gabriel POV.
Solo bastó una fracción de segundo para que lo reconociera.
Desde que sucedió el accidente había estado presente.
-Está en todos mis sueños –le había dicho a Kaley-. Cada noche.
Me había mirado a los ojos, sin lastima, sin sentir culpa, solo como una persona mira a otra. Ella era la única en quien yo podía confiar, y no es que confiara en ella, pero me entendía. Pasaba por situaciones similares a la mía, pero ella estaba siguiendo adelante y yo no.
Kaley no me presionaba para hablar, ella entendía cada gesto que yo hacía, y por tanto me sentía cómodo expresándome con palabras cuando estaba a solas con ella.
-Es tu ángel, Gabriel –me había dicho-. No soy muy creyente, pero yo también veo a alguien, siempre que recuerdo a mi familia, está ahí. No se quien es, pero siempre me dice que todo está bien, sin siquiera hablar. Así esa persona que miras, no puede ser malo. Si fuera malo no estaría ahí, es alguien bueno, quiere ayudarte.
-No creo en Dios –quiero decir, no podría hacerlo después de lo que he vivido.
-No tienes por que creer en Dios, solo cree en que hay cosas en este mundo que nos quieren y nos protegen. En algunas personas se presentan como... como sus mascotas. En otras su ángel puede ser la ciencia, o su ángel puede ser su pareja, o su hermana... -se pierde en sus palabras, pero vuelve a fijar sus ojos en mi y continua-. En tu caso, es esa persona en tus sueños, siempre que miras algo malo, él está ahí para ayudarte.
Le había contado a Kaley que soñaba con mi familia... muriendo, mas nunca se lo conté con detalle.
Todas las noches en cuanto cerraba los ojos ese sueño aparecía. Y siempre era peor que la vez anterior.
Voy yo en el coche, manejando, mi padre cambia la estación de la radio, afuera los arboles verdes se van quedando atrás, formando una mancha borrosa. Veo a mi madre por el retrovisor, está dormida junto a la puerta. Y mi pequeña hermanita viene jugando con su tableta electrónica. Eleva sus ojos grises, como los míos, y me mira. Sonríe y cuando yo le devuelvo la sonrisa todo se viene abajo.
Alcanzo a ver un camión azul que está invadiendo mi carril, no tengo tiempo de nada más que de cerrar los ojos. Afuera todo se vuelve borroso, no veo que estemos volcándonos, solo se que eso está pasando. Y todo se vuelve un borrón negro y rojo.
Recobro la conciencia solo para ser torturado más de lo que ya estaba. Se siente caliente, el humo no me deja respirar y estoy tosiendo, pero no escucho mi propia toz, solo un pitido en los oídos. No vi a mi padre, no vi a mi madre, lo único que logré ver es fuego, ardiente y abrazante fuego, lo veo por el retrovisor. Se está quemando. Algo se está quemando detrás de mí. Somos nosotros, el coche se incendia. Y a lo lejos, muy a lo lejos escucho los gritidos de una niña, una pequeña niña que pide auxilio. Son gritos de dolor. Cierro los ojos, como un cobarde, porque no soy capaz de ver el fuego. Porque creo saber que es lo que el fuego está consumiendo. Y no puedo resistirlo. Entonces, cuando vuelvo a abrir los ojos está esa persona, no se quien es, no se que hace ahí, pero me mira, me mira fijamente, no veo sus ojos, pero me mira. Y está en medio del coche, como si fuera un fantasma y la materia no le afectara. Su cabello brilla, sus ojos brillan, son tan azules que podría reconocerlos en cualquier lugar, y no solo eso: Veo una galaxia en sus ojos. Y en ese momento despierto.
Eso es lo que sueño todas las noches, y nadie lo sabe. Y lo peor de todo es que no es un sueño. Eso fue real. Dicen que lo primero que olvidas de alguien a quien ya no ves es la voz, pero es mentira. Los gritidos de mi hermanita están tan fuertes y claros como los que escuché aquella tarde.
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Interior
RomanceOrión sabía que al entrar a un hospital psiquiátrico para realizar sus practicas profesionales se vería afectado emocionalmente por los pacientes. Pero nunca creyó que uno de ellos lo tocaría de manera especial: Gabriel Hills, doble intento de suici...