Capítulo 9 (Thomas)

125 9 0
                                    

-Señor, hemos sacado a la chica-. Dijo tímidamente un chico de baja estatura.
-Perfecto. Ahora señores, qué creían, ¿que estarían en un lugar mejor? Montón de idiotas. Los enviaremos al desierto.
Unos empezaron a gritar, otros a murmurar. Yo sólo pensaba en cómo salir de aquí y en ver de nuevo a Teresa.
-¿A quienes llamas idiotas, idiota?- Dijo un hombre fornido de cabello largo.
-A ustedes, los muy idiotas, idiota.
-Ya, pensemos en otros sinónimos de idiota, ¡y en cómo salir de aquí!- Grito un muchacho de piel excesivamente blanca, al hacerlo, su cara se tornó a un rojo intenso. Todos respondieron a eso con gritos y empujones, hubo quienes empezaron a golpear a Alex. En ese momento entraron aproximadamente diez hombres vestidos de verde oscuro, todos con armas apuntando hacia nosotros. Lograron paralizar la escena.
-Cállense si no quieren terminar con sus vidas aquí mismo.
-¡Prefiero eso que ir al desierto!- Ululó un joven de cabello rubio.
-Bien, si así lo quieres-. Y le disparó al chico. Ahí. En frente de todos. Cada uno tenía una cara distinta, pero todas significaban lo mismo: Horror. El asesino nos miraba, expectante, aguardando el momento en que una de sus víctimas dijese media palabra para repetir su acto. Nadie dijo una sola palabra. Quedamos paralizados.
Uno de nosotros empezó a llorar, tenía la piel morena. Inmediatamente nuestro asesino número uno le disparo. Ya no se resistieron y se abalanzaron contra los hombres, fue cuestión de segundos para que mataran a todos. Sólo quedamos cuatro. Cuatro débiles almas contra diez mismas inhumanas, dispuestas a matar. Nos quedamos mirándonos alrededor de tres minutos, hasta que uno de ellos dijo:
-Esos cuatro son unos inútiles, no son capaces de hacer nada.
Pero eso es sólo el principio. Es mejor guardar silencio y esperar al momento oportuno. Sabía que los tres chicos con los que estaba no eran tontos.
Nos miramos, y uno de ellos sonrió. En aquél momento los asesinos dieron media vuelta y se fueron.
-Y bien, ¿listos para disfrutar unas vacaciones en el desierto?- Espetó Alex en un tono sarcástico.
¿Por qué el desierto? Nosotros sólo queríamos ayudar en el área con los penitent...
¡Claro! Es imposible sobrevivir una sola noche en el área para unos bebés como nosotros. Los que están allá saben lo que hacen. Y qué mejor lugar para practicar y entrenarnos (tanto física como psicológicamente) que el desierto. A los otros los mataron porque sabían que eran un grupo de rebeldes, que no les otorgarían el placer de terminar su trabajo.
Mientras reflexionaba sobre esto, golpearon en la cabeza a uno de mis compañeros, sin razón alguna, y lo dejaron inconsciente. Inmediatamente el chico que estaba a mi derecha me miró, y vi en sus ojos que había descifrado lo mismo que no tardaría yo en descifrar. Era hora de ir al desierto.

La llamaradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora