VII

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Gerard, ya duchado y cambiado, estaba sentado en el sofá de su sala, con una  taza humeante de café en sus delgadas manos, y una mueca parecida a una de confusión en su rostro. La ventana de madera estaba abierta, dejando entrar el olor a tierra mojada y chocolate caliente al apartamento.

Gerard no prestaba atención a esos peculiares olores que emanaba la calle, al contrario, estaba tan absorto en sus pensamientos que no prestó atención en el momento en que las nubes grises dejaban caer gotas de agua, ni cuando una opresión bastante conocida en su pecho se hizo presente.

Bueno, la última cosa si le prestaba atención. Demasiada atención.

Esa opresión estaba desde esta mañana, justo cuando escuchó la puerta principal cerrarse, anunciando que su Frankie se había ido a su trabajo.

Justo cuando escuchó la puerta cerrarse, se escondió en el baño, como era de costumbre, y se ducho.

No sabía si esa opresión se debía a algún sentimiento en especial.

Amor, odio u confusión.

No sabía nada. Y sinceramente no quería saber nada.

Se pasaba todos los días en su apartamento, simplemente respirando un aire lleno de humo, ya sea de los cigarrillos consumidos o de los humos salidos de los autos y fábricas.

Pues aunque en el exterior solo se veía un aburrido Gerard, haciendo una tarea tan aburrida como lo es limpiar el suelo o alimentar a las palomas que se colgaban en aquella ventana, en su mente todo era un mar de suposiciones, sueños frustrados y vagos recuerdos de sus difuntos padres cuando era tan solo un niño, y claro, momentos con Frank.

Y ese ‘Te amo’ de Frank no ayudaba en nada.

Desde entonces se ha encontrado en un estado... ansioso, si, esa sería la palabra. Hay muchas palabras que tal vez lo identifiquen ahora, pero ansioso sería la que mas se le acerca.

¿Ansioso por que?

No lo sabía, simplemente era un extraño que se alojaba en la parte superior de su pecho.

Una clase de suspiro se escapó de sus labios, la tacita de café fue a dar al fregadero en la cocina, y sus pies fueron a la única ventana que había en su intento de hogar. Aunque fuera noviembre el frío era similar al de diciembre. Veía a desconocidos buscando regalos en cualquier tienda que estuviera abierta, a los vagabundos cubriéndose con mantas que de seguro se encontraron en los basureros y a personas demostrándose afecto de manera poco higiénica.

Era uno de esos momentos en donde te sentías melancólico al ver el cielo gris, y al mismo tiempo te sentías afortunado de tener un hogar y comida en una mesa, no como esos pobres indigentes que con suerte cenarían algo está noche. Momentos así le hacían pensar sobre sus quejas, mientras que otras personas soñarían con tener comida en la mesa y una cama tibia en las noches frías.

Y de cierta forma se sentía afortunado.

¡Clap!

Dio un respingo, escuchando como la soledad y silencio que lo invadía era remplazado por el sonido de algo cayéndose al suelo, talló su ojo, dirigiendo su mirada a su celular. En la esquinita de éste podía apreciar como el número 10:56 se alzaba orgulloso en sus ojos perezosos, que apenas se acostumbraban a la luz de su propio teléfono.

Su cuerpo se dobló sobre sí, tratando de que la tensión en sus músculos se vayan.

Un sonoro bostezo se dejó escuchar en la habitación, sus pies se calzaron sus pantuflas y, con sus pantuflas de conejito, fue a ver lo que sea que hubiera en la habitación.

unhappy -frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora