IX

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Para su sorpresa, no despertó congelado en la fría agua de la bañera, ni con otro moretón en su ojos producto de la furia de Frank. No despertó gritando incoherencias, no despertó con una terrible fiebre que siempre lo acompañaba una nariz roja, no escuchó el silencio típico que siempre reinaba en su departamento. Pero si se percató de la taza que había en uno de los muebles del dormitorio.

Cohibido y curioso, fue a dar con la tacita que estaba a su lado, aquella taza decorada con simples puntos azules y negros contenía un liquido que, a simple vista, parecía té. Del líquido salía vapor, por lo que supuso que la taza no llevaba tanto tiempo como él ahí.

A decir verdad, ¿cuanto tiempo llevaba dormido? se preguntó a si mismo mientras tocaba la nueva ropa seca que ahora vestía, el no recordaba si se cambió su ropa mojada. Pero agradecía no tener agua en sus ropas, no quería pescar otro resfriado.

Y mientras veía la taza de té con anhelo, recordaba las palabras de Frankie.

— Tu no lo amas, y jamás lo hiciste.

Recordaba sus palabras al pie de la letra, cada beso y caricia que compartieron, y cada beso cerraba cada promesa que Frankie le hacía.

Le prometió volver a ser feliz, y lo besó.

Le prometió tener hijos, y lo besó.

Le prometió jamás olvidarlo, y lo besó.

Cada beso de Frankie era sincero y especial, los de su esposo ya no se podían comparar con los de su amado. Ya no quería fingir que estaba bien, ya no quería sonreír y saber que aquellas sonrisas eran vacías y falsas, quería que las sonrisas fueran sinceras, quería que su felicidad le perteneciera a Frankie, no a su esposo.

Frank era malo, muy malo, antes no podía ver cuanto daño le hacía, pero ahora estaba tan claro como el agua. Con ayuda de Frankie pudo darse cuenta de tantas cosas, y la principal era que ya no lo amaba como lo solía hacer y decir, solo se mentía a si mismo, ¿la razón? Aun no la sabía.

Sus manos frías se escondieron en los pliegues de la sudadera marrón que lo cubría, el salario en el empleo monótono de Frank no alcanzaba para comprar suelos térmicos o calefacción, en los veranos pasaban calor y en los inviernos pasaban frío, la única ayuda que Gerard tenía para no morir congelado era las enormes chaquetas que encontraba en el armario o las suave manta de peluche que siempre traía arrastrando por el suelo.

Era irónico, pasaba frío ahora pero se pasaba horas en el agua helada.

Sin saber a donde dirigirse abrió la puerta de la habitación y camino por el pasillo hasta llegar a la sala, las bolsas de la noche anterior seguían ahí, y el mayor se preguntó por primera vez cuanto durmió, pues el sol apenas anunciaba su aparición. Ruidos en la cocina se escucharon, y al instante se sorprendió al ver a su esposo leyendo el periódico con una serenidad increíble, como si la noche anterior no hubiera derrumbado ninguna puerta y no hubiera gritado su nombre como un loco.

Un fuerte aroma a quemado era lo único que se olía en la cocina, eso y el café amargo que había en la cafetera.

— Intenté cocinar y fallé en el intento. -confesó mientras sus ojos le sonreían. — Jamás aprecie lo difícil que era cocinar, te admiro al poder hacerme el mejor desayuno en menos de 10 minutos.

— ¿Mejor desayuno? —murmuró con su mano en su nariz, el olor era fuerte. — Lo único que hago es poner el pan en tostadora y hacer café.

— Si, el mejor desayuno. —aseguró convencido. — Tal vez sea fácil para ti, ya que es tu rutina, pero yo solo puedo hacer un café, que por cierto, sabe a culo.

unhappy -frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora