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Ya nada era igual, y nada podía ser igual.

Aquel silencio sepulcral era lo único que Gerard tenía, el frío que le congelaba sus articulaciones le hacia no pensar de la misma manera. Ya no pensaba en Frank, ya no pensaba en sus padres muertos y en su hermano desaparecido, su extraña vida y su felicidad fueron a segundo plano luego de levantarse esa misma mañana, y ver que no había nadie a su lado.

Fue a la cocina, y no encontró a nadie ahí, ni siquiera estaba el olor a pan quemado. Fu al baño, y lo único que había era la crema de afeitar de Frank en el suelo, nada más y nada menos.

No faltaba ningún traje en el armario, eso significaba que Frank no asistió al trabajo aquél día. Todo estaba en su lugar, todo menos Frank.

El hace unas horas creía que ya no había tensión entre ellos, después de todo el dijo la verdad, cosa que Frank había pedido. ¿Que tan malo pudo ser presentarle a Frankie?

Tal vez se asustó un poco al verlo junto a los cuchillos.

— No es eso, cariño. —respondió a la pregunta, y el dueño de la voz hizo presencia en el cuarto, las expresiones de Gerard se suavizaron al verlo emerger de las paredes, y con una sonrisa se sentó a su lado en el frío piso. — ¿Cómo estás?

El hombre vestía una gabardina negra, y encima de esta tenía un traje formal, su cabello que siempre prevalecía en diferentes partes de su cara, pero ahora estaba peinado hacía atrás naturalmente, se veía increíble, pero Gerard no entendía la razón de aquellas vestimentas.

— Confundido, ¿porque vistes de esta forma? —una mueca que intentaba verse como una sonrisa fue la única respuesta que obtuvo inmediato. Su cara se tornó gris en unos segundos.

— Porque este es un momento muy importante. —contestó, concentrando su atención en las manos ajenas. — Yo no puedo lucir como un vago sabiendo que estos serán los últimos minutos contigo.

Y desde se momento, su alma cayó en un agujero negro continuo.

Las simples palabras que el hombre de gabardina rezó lo sacudió de pies a cabeza.

¿Como dices? —la pregunta retórica fue sacada desde de fondo de su garganta, y sus pupilas se expandieron cual drogadicto, no escuchaban el molesto ruido de los coches afuera, solo un constante pitido.

— Lo escuchaste —el pitido era cada vez mas fuerte, y el pitido estaba igualado al ritmo de su corazón. Si era aquello una broma, no perdonaría a Frankie por hacerle sentir de esa manera. — Tengo que marcharme, y me temo, querido, que no volveré en un tiempo. —las emociones de Gerard colgaban de una cuerda floja, y el nudo en su garganta ya no era posible de ocultar.

Y su mundo colapsó, el techo blanco parecía querer caerse a sus ojos, su lengua se secó y las palabras ya no podían salir. Quería hablar, pero no podía. Solo tuvo la conciencia de hacer algunas muecas raras, y después colocar sus manos en su cabeza para tratar de detener aquel pitido frustrante, fallando al intento.

Abrió su boca, pero no era momento de hablar.

— No te abandonaré, y lo sabes.

Ahora sus manos estaban en su boca, tratando de detener su respiración continua.

unhappy -frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora