El recuerdo más lejano de Annie, quizá cuando tenía dos o tres años, era la maciza figura de Miss Hannigan levantandose amenazadora sobre ella que jugaba en el piso del dormitorio con una vieja muñeca.
-¡Levántate de ahí! ¡Estas ensuciando el vestido limpio que tienes!- gritó Miss Hannigan, una mujer flaca, de cara flaca y corto pelo negro.
Tomó a la niña de los brazos y poniéndola de pie le dio una docena de golpes en el trasero con una paleta que tenia en la mano. Pero Annie no lloró. Aun siendo una chiquita nunca lloró cuando Miss Hannigan le pegaba, lo que enfurecía a la mujer.
Como Annie era las más valiente y las más inteligente de las chicas del orfanato, Miss Hannigan la odiaba más que a ninguna de las que tuvo a su cargo durante sus veintitrés años de administradora. "Domaré a esa chiquilla" se decía, y constantemente le daba los peores trabajos: recipientes y ollas engrasados para lavar en el sótano donde estaba situada la cocina, vidrios sucios que limpiar, pisos que tenía que refregar de rodillas... Pero Annie no dejó nunca que su espíritu se callera y llevaba a Miss Hannigan al maximo de ma furia, realizando cada trabajo con una linda sonrisa. Peor era la tarea y más grande era su sonrisa, mientras murmuraba:-Nunca me daré por vencida.
A medida que pasaban los años Annie se fue acostumbrando a la rutina del orfanato. Cada mañana a las seis el agudo sonido del silbato de Miss Hannigan despertaba a las huérfanas.-¡Arriba, arriba, condenadas huérfanas!- gritaba la administradora.
Una breve ducha fría y en seguida se vestían. Una vez tendidas las camas y barrido el dormitorio, las niñas bajaban a tomar el desayuno al primer piso, donde estaba el comedor.
-¡No hablen!- ordena Miss Hannigan
Silenciosas, las chicas se sentaban en duros bancos de madera a la mesa donde la mujer les servía el desayuno.
Por más que se esforzaba Annie no podía recordar otro desayuno en el orfanato: un vaso de azulada leche descremada y un tazón de gachas calientes. Las gachas, cocinadas por Miss Hannigan, eran de un color gris ratón y formaban un mazacote informe. Cuando recién llegadas al orfanato las chicas probaron las gachas, muchas no llegaron a tragar más de una cucharada. Con el tiempo tuvieron que acostumbrarse. Porque en el desayuno del orfanato había que elegir: o comer gachas o ayunar.Después del desayuno las actividades del orfanato variaban según hubiera o no clase en la escuela pública. Si la había, Miss Hannigan marchaba con las chicas hasta la escuela de torres victorianas de ladrillo rojos que estaba en la esquina de St. Mark's Place y la Tercera Avenida. Las huérfanas permanecían allí hasta las cuatro, hora en que las iba a buscar la administradora y las llevaba de regreso al orfanato. Si no había clases, ni bien terminaban el desayuno las huérfanas tenían que bajar a la sala de trabajo en el sótano donde se sentaban a máquinas de coser dispuestas en fila para hacer vestiditos para niñas. En sus días de trabajo las chicas cosían durante ocho horas, con veinte minutos de descanso para almorzar (otro vaso de leche y un sandwich de jamón flaco o mortadela). Para el fin del día cada huérfana debía tener, por lo menos, un vestido terminado. Si no, tenía que vérselas con Miss Hannigan y su vara.
Los vestidos que confeccionaban, vaporosos y de brillantes colores, formaban un contraste con los delantales que usaban las huérfanas. Miss Hannigan había arreglado con una casa de ropa para niñas de Brooklyn que le suministrara las máquinas de coser y la materia prima, y ella le entregaba los vestidos terminados por cincuenta centavos cada uno.
La mayoría de las semanas la mujer ganaba alrededor de treinta dólares con los trabajos de las huérfanas. Por supuesto que no se sabía que éstas trabajaban, y si el director del Orfanato Central de la ciudad de Nueva York, Mr. Joseph Donatelli, hubiera sabido lo que Miss Hannigan las obligaba a hacer la hubiera despedido en seguida. Pero nadie habia ido a inspeccionar la sección Niñas desde hacía más de doce años. Y Miss Hannigan justificaban lo que hacía diciéndoce que con ello enseñaba a las huérfanas un oficio.-Deberían de agradecerme de haber aprendido a coser a máquina... Ya lo verán cuando crezcan y se marchen de aquí...- les decía al verlas hora tras hora sobre las máquinas de coser en el húmedo sótano.
La mayor parte del dinero que Miss Hannigan obtenía vendiendo vestidos lo gastaba en botellas de wisky de contrabando. Miss Hannigan era una bebedera que estaba borracha desde la mañana hasta la noche, y mientras las huérfanas cosían a máquina o estaban en la escuela. Ella se pasaba el dia en su oficina bebiendo, fumando cigarrillos y escuchando obras como "Ma Perkins" y "El romance de Helen Trent".
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Annie
Adventure"Eres una tonta", le dijo otra huerfana; "deja de hablar de tus padres. Ellos nunca vendrán por ti" "Tengo que ir a buscarlos" murmuró decidida. "Tengo que marcharme de aquí, huir..." Si, decidió, "Tengo que huir. ¿Cuándo? Ahora mismo". Así es la s...