Capítulo 1: El caos de la fiesta.

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Los días en el reino de Namimori eran monótonos y grises para los pueblerinos. Ya era una costumbre que la caravana del rey Xanxus y sus dos hijos –uno que era muy torpe y otro que mordía hasta la muerte- pasaran delante de sus casas una vez al día para mantenerlos vigilados.

Todo podía ser castigado por el rey, reír demasiado alto, tener un grupo muy grande, o el llanto de un bebé colmaban la paciencia del monarca, que castigaba con puño de hierro todo lo que él consideraba una ofensa.

Todas las tardes se exponía en la plaza, no una ejecución, sino una pequeña pelea que los encarcelados debían sobrevivir para quedar en libertad. Lucha que los príncipes debían realizar frente al rey para mostrar lealtad y respeto a su figura paterna.

La alta sociedad y la baja estaban tan marcadas que los pobres eran marginados en pequeñas cabañas. Todo era cruel, todo era insufrible e insoportable, pero derrocar a un rey no era algo que cualquiera quisiera hacer, es más, nadie en mucho tiempo se había atrevido a ello.

—Basuras, es hora de la pelea de hoy. ¿Quién lo hará?

Ambos hermanos tenían una gran diferencia. Primero estaba Dino, el mayor; era torpe la mayoría del tiempo pero era hábil en la pelea y después estaba Hibari, el favorito, el as.

—Iré yo, padre —habló el mayor—. Hibari se encarga del otro, el día de hoy, hay dos prisioneros.

—Hm, eso suena a más diversión. Concedido.

Los príncipes se retiraron del cuarto del rey y fueron a distraerse con su propia necesidad. Estaban tan acostumbrados a lastimar a los demás que les costaba un mundo ser amables, bueno, por lo menos a Hibari. Dino era un caso aparte, él sí sonreía y actuaba cómo todo un caballero, siendo reprendido por su padre.

—Príncipe Hibari, la ceremonia comienza en breve. Sus tonfas se encuentran en el establo junto a su caballo.

El azabache no contestó, sólo lo ignoró.

"Acabemos con esto"



Los pueblerinos se apilaban ordenados, lo más que les era posible. Para presenciar la desquiciada batalla del día.

El preso se mantuvo firme en todo momento y trataba de no desmayarse, pero el rubio logró vencer. Pero cómo seguía vivo, quedaba en libertad. Dino se contenía, y no mataba a nadie, no era esa clase de persona... En cambio su hermano...

Hibari inmovilizó a su oponente, uno bastante joven y lo golpeó hasta hacerlo sangrar y lo venció, dejando escuchar un grito desgarrador y lastimero.

El silencio era terrible, todos expectantes a lo que el doctor real diría.

—El ladrón, está muy herido, pero vive.

Entonces al ver la mano en alto del rey Xanxus, los espectadores gritaron y aplaudieron ovacionando a los vencedores.


Y el día siguiente era igual, la caravana paseándose por todos lados y los habitantes cerrando todo, ventanas y puertas para no llamar la atención.

—Oye, Hibari, ¿quieres encargarte del preso de hoy? No me siento con humor de hacerlo yo.

—Hm, lo que sea.

—No seas tan indiferente, hermanito. Recuerda que...

—Sí, ya sé que esto pone feliz a padre.

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