once

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Te peleaste con una chica de quinto en el recreo de la mañana,

una pelea con uñas y dientes.

Yo estaba entre la gente,

mirando cómo se despedazaban una a la otra,

insegura de si intervenir o no.

Cuando llegó alguien corriendo a separarlas,

me quedé viendo cómo se las llevaban a las dos:

tú caminabas firme y erguida

y ella lloraba y te gritaba una barbaridad tras otra.

Al mediodía, me dio vergüenza estar contigo en el callejón,

me sentía culpable por no haber hecho nada.

«Perdón por no intervenir, sé que tendría que haberte ayudado o...»

«No, está bien. Está perfecto. Se lo merecía.»

Me hice la tonta y no te pregunté quién era la chica,

ni por qué había ido a gritarte en medio del patio y enfrente de todos

ni por qué tu primer instinto fue partirle la cara de un tortazo.

Me convencí de que cuando quieras contarme,

lo harás.

No me atrevo a escalar tus muros.

ojos que no venDonde viven las historias. Descúbrelo ahora