Maddie's POVEstaba a horas de llegar a casa, mi madre había ido a Florida para buscarme y ahora estábamos en un avión devuelta a casa.
No puedo mentir, me sentía sumamente nerviosa. No había estado en Los Angeles desde hace más de seis meses y con once kilogramos menos. ¿Qué pensaría la gente? ¿Cómo me recibirían mis fans? ¿Se me sería difícil acostumbrarme a esa vida nuevamente?
— No es necesario que vayas al estudio esta semana si no quieres, puedes tomarte tu tiempo. — Dijo mi madre acariciando mi mano.
Asentí lentamente. — Creo que quiero volver pronto, como si nada hubiera pasado, ¿Entiendes? — La observé seriamente.
— Te entiendo. — Me indicó para que acomodara mi cabeza en su hombro y yo hice caso. — Pero no será fácil pretender que nada paso. — Estableció.
Suspiré resignada. — Lo sé, pero desearía que lo fuera.
— Estarás bien, Maddie. — Besó mi frente. — Esta pesadilla está terminando finalmente. — Permaneció acariciando mi mano y yo terminé por quedarme dormida con la cabeza apoyada en su hombro.
Dormí durante todo el viaje, hasta que mi mamá me despertó cuando era hora de bajar del avión, pues habíamos llegado al aeropuerto de Los Angeles, LAX.
Salté de felicidad al caminar por mi ciudad favorita en el mundo otra vez. Mi madre dijo que era mi hora de comer, y me confesó que le habían entregado una lista con indicadores sobre lo que debo comer, cuanto y en qué momento del día. Parecía imposible deshacerme de esa estúpida enfermedad mental.
— ¿Puedo esperar a llegar a casa y comer allí? — Pregunté haciendo una cara de cachorro.
Ella sonrió. — Esta bien, pero comerás lo que yo diga. — Apuntó con el dedo.
Al llegar a casa, me llene de alegría y emoción. Finalmente estaba en mi dulce hogar, en donde podría hacer lo que se me diera la gana, caminar descalza, beber agua a cualquier hora, despertarme tarde, todas esas cosas que se me prohibían en el centro de rehabilitación.
No me malinterpreten, el centro fue de gran ayuda y estaba repleto de gente que me ayudó a salir adelante y a curarme de esta enfermedad, pero de vez en cuando era un dolor de cabeza, con tantas normas y reglas que debíamos cumplir obligatoriamente, de no ser así teníamos que despedirnos de nuestros beneficios, como las llamadas telefónicas, por ejemplo.
Nos bajamos del auto y sacamos mis maletas y pertenencias. Luego mi madre buscó sus llaves de la casa y las utilizó para abrir la puerta y dejarme pasar a mí primero.
Parecía no haber nadie en casa, así que subí a mi habitación y dejé allí mi maleta y bolso. Admiré mi cuarto, al cual había extrañado muchísimo y me lancé a la cama.
— Date una ducha rápida, saldremos a comer. — Me avisó mi madre apoyada en el borde de la puerta.
— Esta bien. — Respondí. — ¿Y Kenzie?
— Pasáremos por ella de camino al restaurante. — Informó. — Apresúrate.
Hice caso y me dirigí al baño para asearme. Cambié mi ropa, arregle mi cabello e hice mi maquillaje en un tiempo récord de veinte minutos. En auto le pregunté a mi mamá hacia donde íbamos pero no me respondió, solo dijo que era una sorpresa. Luego cuando pasamos por fuera de la compañía de danza, y mi mi madre no se detuvo para recoger a Mackenzie me hizo sospechar de algo extraño, a pesar de que me dijo que Kenzie se encontraría con nosotras en el restaurante, yo conocía muy bien a mi hermana menor y tenía claro que no se iría sola a ningún lugar.
Al llegar al sitio en donde comeríamos, bajamos del auto junto a mi madre y caminamos dentro del lugar. No me sentía nerviosa por tener que comer honestamente, y es que luego de tener que comer junto a Hunter y su familia me había hecho más fuerte y capaz de hacer cosas así, como poder ingerir una comida normal sin tener que sentirme necesariamente culpable. Aunque eso no quitaba mis inseguridades, de vez en cuando todavía tenía problemas al comer, al ver mi apariencia, al ver mi peso en la báscula. Después de todo, los efectos de la anorexia me acompañarían toda la vida
Apenas entramos por la puerta principal un montón de personas aparecieron allí, parecían todos alegres y emocionados. Eran mis amigos más cercanos de la escuela y de la compañía, mi grupo de baile y un par de familiares. En la pared había un enorme cartel que decía: "Bienvenida de vuelta, Maddie"
Las chicas de mi ex equipo de competencias, es decir, Kalani, Kendall, Nia, Brynn, Jojo y mi hermana menor Mackenzie, corrieron a abrazarme fuerte. No nos separamos en varios minutos y casi todas dejaron salir un par de lágrimas, pues me habían extrañado tanto como yo a ellas.
Mi madre me dijo que ahora si debía comer algo, así que luego de saludar y recibir abrazos de un montón de personas, me senté en una mesa junto a mis amigas y comencé a leer el menú para ordenar algo de allí. Entonces unos brazos me rodearon por la espalda y unos labios depositaron un dulce beso en mi mejilla, inmediatamente reconocí a Hunter.
— Finalmente haz vuelto. — Dijo mirándome a los ojos.
— Sí, lo he hecho. — Sonreí tímidamente. — Y no pienso volver a marcharme.
— Eso me hace muy feliz. — Acarició mi mejilla tiernamente. — No sería capaz de volver a perderte.
— ¡Awww! — Dijeron las chicas al unísono, Hunter y yo reímos en respuesta.
— Cásense ya. — Kalani habló. — Yo seré la dama de honor.
— Yo quiero llevar los anillos. — Brynn se incorporó a la conversación.
— Tu te casarás también Brynn. — Kalani le dijo y la rubia rodó los ojos. — Ya saben, con Brandon. — Bromeó y todos reímos.
— Sería la mejor boda de la historia. — Jojo saltó emocionada. — Podríamos hacer una presentación de baile o incluso...
— Chicas. — Mackenzie se aclaró la voz. — Les recuerdo que Maddie y Hunter ni siquiera están saliendo.
Honestamente yo no me había dado cuenta de que no habíamos oficializado lo nuestro con Hunter. Es decir, eramos como novios, nos queriamos como una pareja de adolescentes común y corriente lo haría, a diferencia de que habíamos pasado por circunstancias y momentos extremadamente difíciles que no nos habían dejado estar en una relación.
Aquel día, luego de la gran fiesta de bienvenida, decidí salir con Hunter a la playa, a la misma que habíamos ido varios meses atrás, en el momento cúspide de mi enfermedad. Nos recostamos allí sobre una manta, finalmente podíamos estar a solas, sin que mi desorden alimenticio nos detuviera, sin que nada lo hiciera.
— Me siento genial ¿Sabes? — Comenté observando el océano. — No como la última vez que vinimos aquí, esta vez me siento libre y feliz.
— Se nota. — Respondió él. — Es mucho mejor verte así, he esperado por mucho tiempo por esto.
— Lo sé. — Sonreí. — Gracias por... todo.
Hunter se acercó y depositó un suave beso en mis labios. Luego, el inocente beso tomó algo de forma, y él jugó con su lengua, pidiendo permiso para entrar en mi boca. Nos encontrábamos allí, recostados en la arena besándonos como nunca habíamos hecho antes, entonces él se separó de pronto y conectó nuestras miradas.
— ¿Serías mi novia? — Preguntó sinceramente, con su rostro muy cerca del mío aún y tomando mi mano para entrelazar nuestros dedos.
Yo asentí lentamente. — Sí. — Dejé que mis labios tocaran los suyos con un suave y corto beso para sellar aquella escena. — Te quiero.
— Y yo a ti. — Dijo despacio. En ese momento supe que lo decía de verdad, sus ojos expresaban nada más que amor, irradiaban sinceridad y me hacían sentir segura.
Solo esperaba que momentos como ese se repitieran, y que no tuviéramos que volver a sufrir como hicimos antes por culpa de mi desorden alimenticio. Pero aquello es demasiado por pedir, y esta historia apenas comenzaba.