Tus manos se aferraban a mi espalda. El placer que sentía a tu costo, era más en comparación al que tú probabas. Aun así sonreías dolorosamente a mi merced, después de todo, tú lo habías pedido desde un comienzo.
Tu cabello sudado se pegó a mi cuello. Las embestidas se vieron disminuidas por un segundo, sólo para poder escucharte rogar por más. Pedías desesperadamente el calor que yo te ofrecía, del doloroso placer que yo te hacía sentir sin vergüenza alguna.Mis besos llenaron tu piel, figurando marcas en tu cuello. Fuiste mío, y todos deberían saberlo directamente hasta el último segundo. Pensé, mientras comía de tu piel a besos. Cada uno de tus extremos me pertenecía, cada una de tus palabras eran completamente mías. Tu espalda se arqueo y jadeaste accidentalmente, tan seductor. Las lágrimas en tus orbes rubíes no eran más que impresión, si no, ¿por qué pedirías más de mi amor hecho acto mundano? ¿Por qué pecabas ante los ojos de Dios con un ser tan inmundo (como yo) si es que no me amaras?
Un albino ángel corrompido ha cometido un último pecado, mientras tiene sexo con un demonio como yo, sus níveos cabellos revolotaban cerca de mis hombros, contrastando mi placer hedonista y un tacto tan suave como el tus hebras blancas. Te convertiste en un pecador. Mis besos consumen cada uno de tus gemidos, y así lo seguirán haciendo, hasta el pronto final de tu vida. Mis ojos admiraban tu sudor brilloso, tus ojos llenos de lágrimas y esa sonrisa capaz de hacerme arrepentir de todos mis pecados. Digno de un ángel puro, ¿no lo crees?
Tus ropas estaban en el piso tiradas. Mi masculinidad se introducía en tu interior con piedad medida. Mi otra mano tocaba en código de barras de tu mejilla, calmándote. Abriste tus piernas nuevamente, para seguir marcando la libreta de pecados. Mi amor, más bien, mi última obsesión por ti se demostraba en cada uno de los segundos de ese acto.
–Te amo, Soraru–gemiste, no sé si accidentalmente, pero fue tu última palabra dicha esa noche.
Desde el comienzo de esta aventura eterna, una noche de -más que pasión- amor puro, ha finalizado sin poder volver a repetirse. Y ahora que tus ojos se han cerrado, que con una sonrisa descansas a mi lado. Yo me arrepiento de no haber cumplido más de tus sueños.
Yo había cumplido tu primer pecado, y el último.–Yo también–respondí. Tu último respiro ya se había perdido en el aire hace algunos momentos, y yo no pude hacer más que abrazar el cuerpo sin vida de mi ángel pecador. Gracias por haber cometido tu primer y último pecado conmigo, ángel corrompido. Mi perfecto amor perdido, el único pecado que ha valido la pena desde que nací.
Mi ángel inocente. Mi mejor y último pecado, Mafumafu.Hasta pronto.