¿Por qué siento miedo a tu lado, y sin ti?
Será porque tus ojos azulados que derriten mi alma, quitando mis prendas, dejando mi egoísmo desnudo a tus orbes. O por tus frías manos, que agobian mi ser, haciéndome creer que un golpe recibiré de ellas.
Tan suave; tu voz, tu piel. La mirada que me otorgas cada vez que lloro sin consuelo. Suave, dulce, sempiterna por momentos. Pero aun así siento un profundo miedo de ella. Gracias a ti, superé mil y un barreras. Mi voz salió de mi garganta, ya no para llanto. Me enseñaste de nuevo a reír como idiota, aún cuando tú sólo sostenías una seria mirada hacia mí.
De pronto, aprendí a quererte tal y como eras. Frío, suave y sarcástico, suave, suave ¡realmente adorable en lo más profundo de tu pecho! Aún cuando conservé esas cosas sobre ti, mi miedo no se derritió con tus llamas de timidez. Tus sonrisas me eran terriblemente agradables, una droga efímera que me ahogaba en un mar de alegría. Y mi egoísmo existía, hasta sólo por querer cada una de ellas escritas en mi nombre.
"Te amo, te amo" quisiera murmurar, pero ese horrible miedo me atraía al abismo de mi pasado. Y volvía a llorar, en tus brazos de terciopelo blanco, escuchando los fríos latidos de tu corazón de tela raída. Tomaste mi mano, y en tus pies pude ver un ligero temblor.
"Yo te protegeré de todos, de todo y hasta de mí" dijiste, y tu cabello negro brilló entre las olas del mar de tus ojos, donde una sonrisa escapó sólo para mí. Mi miedo se derramó de mis labios cuando tú los tocaste, y me pregunté por qué seguía llorando cuando tú estabas a mi lado, protegiéndome. Cuando mi sola existencia optó por recorrer tu camino, siguiéndote como un parásito. Tú me tomaste la mano y no me dejaste ir, aferrándome a un sueño posible y doloroso. Escapé a un mundo donde tú no me otorgaras un miedo inmarcesible, donde tus ojos eran mil sueños y tus labios tocaban los míos en un ósculo de amor puro.
Aún en una fantasía efímera, mi cuerpo tiembla entre tus brazos. Y mi miedo sólo se resume a perder tu fría presencia, Soraru.