LA GRAN SORPRESA

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Los niños jugaban, corrían, se gritaban y volvían a reír. Es parte de ser niños.

No recordaba cómo era yo a los cinco años pero si sabía que mis padres no me dejaban salir a jugar con otros niños porque no querían que me lastimara, al ser su primera hija tuvieron un cuidado extra especial conmigo en cambio las cosas para Jhonny fueron la sencillas.

- Disculpa.

Una voz fuerte se dirigió hacia mí pero que... ¿me había hablado a mí?

Era un joven alto de unos veinte años, tenía un pequeño rasgo de barba y bigote recién crecido como lo tiene papa cuando deja de afeitarse un par de días. Llevaba jean y camiseta blanca, su cabello negro corto que si lo dejaba crecer seguro era ondeado. Su piel estaba de un lindo bronceado. Sus ojos negros azabache brillosos.

Me quede más de lo cortésmente aceptado para mirar a una persona y no me importaba porque no era posible que pudiera verme.

- ¿Te conozco? -pregunto con una voz grave pero amable.

Me quede congelada en mi lugar, no sabía que hacer ¿debía dar la vuelta he irme de allí? ¿responderle? Estaba abrumada y muchas cosas revoloteaban en mi cabeza.

- Señorita -dijo moviendo su mano frente a mi rostro, seguro tenía la mirada perdida. - ¿está bien?

La formulación de su pregunta fue muy educada.

- ¿Puedes verme? -dije y mi voz entre susurros sonó asustada.

Miro alrededor y luego sus ojos se clavaron en los míos.

- ¿Acaso eres invisible? Claro que puedo verte.

Sonrió un tanto avergonzado, pero era una de las sonrisas más encantadoras que había visto en mi vida y que me hubiera gustado apreciar un poco más de no ser por la escena tan ridículamente extraña que se estaba formando.

- No, es que... es que...

Me quede sin palabras, esto era totalmente increíble; es imposible que este chico me viera y menos que me escuche. Yo estoy muerta, el funeral era prueba evidente de eso. Nadie podía verme ¿acaso esto es una broma? Algo así como asustemos a la chica enferma para que ría en sus últimos meses de vida ¿saldrían las cámaras de algún programa de televisión para decirme que los últimos días solo eran de mentira? Que tonterías estaba pensando ahora ¿Cómo podía ser que me pase esto? El nivel de sorpresa era insuperable a este punto.

- Disculpa, pero ¿estás bien? -movió la cabeza para mirarme mejor porque yo había bajado la mirada hacia mis pies.

Sin respuesta de mi parte.

- Señorita, mire si se mete cochinadas en el cuerpo mejor no lo haga en el parque donde los niños la pueden ver.

- Nadie puede verme -dije en un arrebato de molestia ¿Cómo se le ocurre acusarme de drogadicta? Nunca había consumido nada de esas cosas. Las únicas drogas que alguna vez he usado son las que me daban en el hospital y evidentemente eran bajo supervisión médica.

- Bueno no tienes pinta de emo.

Volvió a sonreír.

- Estoy muerta -le dije señalándome.

Frunció el ceño un momento y me miro de pies a cabeza extrañado y confundido. Luego relajo la expresión.

- Perfecto. Una bonita y esta demente.

- No estoy loca -claro estaba que la decencia no venía incluida con el buen aspecto pero pensándolo bien no podía culparlo al llegar a esa conclusión.

Mi camino eres tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora