SOLA

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Me quedé un momento contemplando la puerta, con la esperanza que volvería a tocar y mi madre le abriría, haría un comentario sarcástico y todo volvería a ser como antes pero no sucederá. Yo había escogido esto, dejar que continúe con su vida sin ninguna interferencia de mi parte; además eso es lo que importa en el amor ¿verdad? Buscar la felicidad de la persona que se ama; bien, Anthony no tenía ninguna clase de futuro feliz conmigo, ni siquiera tenía un futuro medianamente aceptable a mi lado.

Estaré en casa, viendo a mis padres y a mi hermano, no podré hacer nada por ellos, aun así, no tenía a donde más ir y mientras siga atrapada en este mundo no me quedaba otra alternativa.

Mi madre salió y puso una cara de sorpresa al ver la sala vacía, se puso algo triste seguramente pensó que lo aburrió con su perorata y me sentí culpable porque Anthony se había ido a causa mía sin dar explicación alguna.

Ella llevo las galletas a la cocina y regresó a su cuarto de costura. Me senté y la contemplé.

Muchas veces nos cantaba cuando hacia los quehaceres de la casa porque siempre estaba contenta, ella era de esa clase de personas que su risa daba alegría y tenía la capacidad de contagiar su buen humor y estaba convencida que eso fue lo que enamoró a mi padre. Su rostro era distinto ahora a pesar del maquillaje sus ojos se veían cansados, las ojeras que se dibujaban bajo su miraba le daba más años de los que tenía, sus labios carmesíes estaban hacia abajo sin alegría agrietado por tanto llanto.

Yo era fuerte por ella, cuando me tenían que inyectar algo siempre la miraba y ponía mi mejor cara neutral para no demostrar dolor. Funcionaba la mayor parte del tiempo. En nuestra última conversación me dijo que prepararía mi cena favorita cuando volviera a casa. Como me gustaría abrazarla, quería sentirme segura como muchas veces cuando estaba niña me acunaba para hacerme sentir bien, deseaba más que cualquier cosa decirle que nada de lo que paso fue culpa suya, decirle que ella fue la mejor madre que pude pedir en la vida y estaba agradecida con Dios por ponerme en sus brazos y haberla escogido a ella para ser la mujer que me diera la vida.

Apreté los puños en mi regazo sintiéndome tan impotente. De vez en cuando lanzaba algunos suspiros sin quitar la mirada a lo que cosía. Luego de un par de horas su trabajo tomo forma de una blusa muy bonita, sí que tenía talento en las manos para el diseño.

- Hubiera hecho ropa para ti, cariño. -dijo de repente.

Una sensación como un hoyo en mi estómago comenzó a formarse, agrandándose a casa segundo.

- Te hubieras visto hermosa con una blusa así.

Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos delineados.

Un golpe en la puerta la hizo saltar del susto, dejó la blusa con cuidado en la mesa y se fue hacia la entrada de la casa.

Alguien tocaba, no, golpeaba la puerta insistentemente. Mi madre miró por la ventana, agacho la cabeza negando, se dio la vuelta y se fue a abrir.

Por entre las sombras vi que se trataba de mi padre que estaba apenas con fuerzas para caminar.

- ¿Y tus llaves? -preguntó mama ayudándole a entrar.

- No sé -dio una sonrisa quebrada- se perdieron.

- Es peligroso José, no debes perder las llaves de la casa.

Lo llevó hasta el sofá y cayó como pudo.

Mama fue a cerrar la puerta y puso la cadena.

- Reproches, reproches.

Mi camino eres tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora