Había cierto optimismo en Anthony que no lograba entender del todo, pero a la vez me transmitía tranquilidad al pensar que podría resultar lo que estaba ideando. Estaba dando vueltas por su cuarto lanzando ideas al azar: si vamos y le decimos de frente no nos va a creer. Tienes que contarme cosas que solo tu sepas. Hablarle de cómo se siente tu madre. Si la ama de verdad se dará cuenta de su error. Pero no podemos solo llegar y ya, hay que hacer algo un poco más dramático, algo que quede en la posteridad.
Me miró sonriendo.
- Tu. Estas. Loco -le dije un tanto desconcertada.
- Si amor -me lanzo un beso volado- eso ya lo sabes.
Nos reímos juntos.
Se acercó a mí para sentarse a mi lado nuevamente.
- Lo que estoy pensando es que debemos encontrar una manera poco traumática para decirle a tu papa que puedo hablar contigo y verte.
- ¿Por qué tiene que ser mi papa primero?
- Porque es quien más lo necesita.
- ¿En qué te basas?
- En todo lo que me has contado. Además, él tiene que volver a casa a ser el hombre de familia que ha dejado de ser; tu madre lo necesita ¿no?
- Sí bueno ella está haciendo un buen trabajo, pero lo extraña mucho.
- A veces los hombres podemos ser grandes idiotas. Apuesto a que tu papa está extrañándola igual o más.
Le quedé mirando fijamente.
- Si la extrañara no se habría ido ¿no crees?
- La cosa es que como te acabo de decir los hombres somos idiotas algunas veces. Y uno nunca se da cuenta de lo tiene hasta que lo siente perdido.
- Espero que tengas razón.
- Claro que sí. A ver -se levantó y puso una expresión altiva- vamos a hablar con mi inquilino, el rarito.
Rodé los ojos cuando lo llamó así.
Fuimos hasta su puerta y Anthony toco con unos nudillos apretados que se le hacían blancos de la fuerza.
- ¿Quién es? -habló con voz grave.
- Soy yo, Alberto. Estoy con Anthony ¿nos puedes abrir, por favor?
Anthony me miro como si estuviera loca. Hice una mueca de ¿Qué? Con mis labios.
- No tienes que ser tan educada.
Dijo despacito. La puerta se abrió y Alberto estaba con los ojos hinchados y rojos. Quedó mirando más de la cuenta a mi acompañante.
- ¿Nos dejarás entras o nos vas a tener en la puerta todo el rato? -Anthony estaba siendo muy rudo.
- Pasa.
Entramos y él se sentó en la cama. Anthony se quedó de pie y yo a su lado.
- Espero que te sientas mejor -le dije a modo de solidaridad a su dolor.
Alberto iba a responder, pero Anthony se le adelantó.
- Bueno al punto. Keilah y yo queremos saber que si nos puedes ayudar con algo ¿puedes?
Me parecía una completa descortesía la manera en que se estaba comportando y más teniendo en cuenta que veníamos a pedirle un favor.
- A ver -dijo Alberto- déjame ver si te entendí. Vienes a mi cuarto comportándote como un chiquillo que se cree malo, hablándome mal, siendo malcriado con una altivez increíble a pedirme un favor y ¿esperas que acepte así nada más?
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Mi camino eres tu
RomanceKeilah fue vencida por su enfermedad y al morir dejo desconsolada a su familia. Sin lograr entender porque su alma continua en este mundo y con el fuerte deseo que ayudar a recomponer su hogar se conoce con un joven que puede verla y escucharla sirv...