SE SUPONIA QUE ERA EL FIN

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Para empezar, debo decir que esperaba algo diferente, no es que imaginaba ver a Dios ni ángeles, ni la luz al final del túnel a pesar que muchos me hablaron al respecto y de cierta manera me había hecho una idea de cómo podría ser cuando todo se terminara, pero aun sentía mi cuerpo lo cual fue una sensación muy extraña, podía sentirlo diferente como si supiera que aun tenia uno, pero no era capaz de sentirlo físicamente. Era como estar acostada con los ojos cerrados en el aire.

¿Qué fue lo último? Una aguja, no. La aguja no habría importado porque ya me había acostumbrado a ellas en los últimos dos años. La sensación de frio no la sentía, recuerdo como es, pero ya no podía sentirlo. Cuando ingresé a la sala de operaciones el ambiente gélido me hizo estremecer, incluso pensé que iba a darme gripe por estar en un ambiente tan frio.

Busque en mi mente; poco a poco imágenes vinieron a mi como una serie de fotos con las que empecé a recordar; a los pocos minutos me arrepentí de haberme obligado a pensar y hubiera sido mejor mantener mi memoria en blanco; la voz de mama estaba nítida como si estuviera en este mismo instante a mi lado.

- Hija quédate con nosotros, no cierres los ojos. Vamos Keilah, despierta.

Había un tono tan triste en su voz, por lo general mama siempre ocultaba su preocupación con respecto a mí y la pena que le causaba verme atravesar algún ataque o cuando estaba debilitada, lo cual ocurría más seguido últimamente.

Si ella estuviera presente en este momento es exacto lo que me diría, me hablaría con mucho amor para abrir los ojos, volver a verla y estar a su lado.

- Vamos niña, estoy tratando de quedar como un héroe.

El sonido de otra voz me trajo al presente, podía reconocerla era el Dr. Pérez. Seguro estaba intentado reanimarme, pero ya era tarde cada parte de mi ser se había desprendido de mi cuerpo; podía sentir como estaba desconectada físicamente y era precisamente eso lo que me hacía estar segura que había muerto.

No había dolor.

Si hay algo bueno en esto es que no sentía más dolor, últimamente me había tenido que acostumbrar al dolor permanentemente y no había momento en que no lo sintiera estaba todo el tiempo conmigo; se había convertido en parte de mi vida, unas veces era menos y solía llamar a esos días como los "días buenos" cuando era así, pero en otras muchas ocasiones era tan insoportable que ni los medicamentos podían hacer que desapareciera.

Escuchaba muchas voces alrededor pero sus palabras eran inentendibles para mis oídos, si es que tenía oídos ¿Qué se supone que era ahora? ¿Alguna especie de cuerpo astral? ¿Era un ánima? ¿Por qué seguía escuchándolos? Se supone que luego de la muerte no hay nada más.

No debería estar aquí ahora, me domino una sensación de miedo al no entender por qué seguía mi alma presente en este lugar si ya no quedaba nada más para mí en este mundo.

Había hablado con un pastor que me dijo: "los vivos tienen conciencia de que morirán, en cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto"

Mi consuelo más grande era que al morir dejaría de sentir, pero ¿qué estaba pasando? No era esto dejar de sentir porque aun tenia conciencia de lo que pasaba a mi alrededor y todos los recuerdos que se agrupaban confundiéndome un poco y haciéndome sentir mal.

Recuerdo cuando me diagnosticaron leucemia; como mis padres lloraron desconsolados, sobretodo papá que siempre ha sido el más sentimental en casa y al que nunca le incomodo expresar lo que sentía; a mi mama cuidándome todo el tiempo adoptando el papel de enfermera personal las veinticuatro horas del día, aprendió a cocinar de todo para mí y los demás nunca protestaron ni pusieron mala cara a la hora de las comidas porque habían que eran para ayudar en mi alimentación a pesar que muchas de las comidas mi hermano menor las odiaba.

Mi camino eres tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora