Capítulo XX: Sopresas.

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Nuestra sentencia finalmente había llegado a su fin. Se habían acabado los días de cocina, de yoga y de expresión corporal, esta última fue la actividad más rara y extraña de la que he participado en mi vida – no es que haya participado en muchas -.

Creo que, de cierta manera, fue un buen castigo, aunque con Angel fuéramos las únicas que pensáramos así. Mikey no estaba de acuerdo en que expresar nuestra rabia interna con mallas (como las que usan los bailarines de ballet) fuera una buena idea, Ray se sentía incómodo con las posiciones de yoga y con la presencia de Frank – aún le seguía teniendo cierto recelo –Rachel creía que la cocina apestaba – al igual que su comida – Frank, bueno él hubiera estado encantado con estas actividades si no hubiera tenido que estar tan cerca de Gerard y supongo que lo mismo ocurría con él y Charlotte.

A veces, me daba miedo, mirar hacia el pasado y ver como todo había cambiado de una forma tan rápida y vertiginosa, como todo lo que había dado por entado se había destruido y como, cada uno de nosotros, había cambiado tanto.

¿Dónde estaba mi afroamigo, el que toda chica lo rechazaba? Estaba sentado, en el pasto, al lado de mí junto a su hermosa novia de cabello anaranjado ¿y el escuálido Mikey Way? La respuesta era, aún más, extraña; él estaba con mi hermana, Rachel, la chica popular, que siempre detestamos, la que nos hacía llorar cuando pequeños, Rachel, la reina de las populares, que ahora era todo lo contrarío. Desde que llegaron estos chicos – Frank, Angel, Gerard, Charlotte - a nuestras vidas todo cambió de una forma tan extraña, y era difícil no asustarse al ver como todo podía cambiar de un día para otro.

Pero eso, daba lo mismo, al ver a mis amigos estaban tan felices, irradiando alegría, sintiéndose felices como nunca lo habían estado. Y, ahora podía decir que me gustaba verlos así – aunque en el pasado detestara todo símbolo de alegría que manifestaran – supongo, que de cierta manera, era la vida que yo quería, era lo que yo anhelaba. Enamorarme, nuevamente, como idiota de Frank, corresponderle al 110% su amor, sentir que el mundo desaparecía cuando estaba con él, eso era lo que quería, pero a veces se veía tan difícil de alcanzar, tan lejos…

Esto último, ocurría cuando recordaba a Gerard o cuando le veía tomado de la mano junto a Charlotte, a veces sonriendo y otras completamente serio, pero no importaba, él estaba de la mano de ella y eso era en todo lo que podía pensar.

Eso era lo que estaba ocurriendo exactamente ahora, que estaba sola, esperando a Frank, ya que mis amigos se habían adelantado para ir a la obra de teatro en la que participaba la Señora Way (qué suerte que no nos hizo participe de su taller de teatro).

Al ver a Charlotte y Gerard creí que uno de ellos se acercaría a molestar. Bueno, en realidad, sólo creí que Charlotte lo haría, pero eso no pasó, ellos pasaron delante de mí como si yo fuera invisible, como si no existiera, como si fuera parte del paisaje. Fue un alivio que Charlotte no dijera algo que me hiciera sentir mal.

Antes de que pudiera comenzar a sentirme helada y vacía, al ver como la pareja de tortolos se besaba a escasos metros de mí, apareció mi salvación. Frank Iero.

En cuanto me vio una tierna y encantadora, sonrisa le invadió el rostro. Me puse de pie para acceder rápidamente a él. Aunque en cuanto estuve de pie él ya me tenía entre sus brazos. No sé porque, pero cuando él me besó se me olvidó todo lo que me rodeaba, todo. Aunque, lamentablemente, eso ocurría de vez en cuando; aunque las veces que ocurría me sentía de una forma tan…genial. Sí, genial.

Sin decir nada, sólo con una sonrisa, nos fuimos, tomados de la mano, hacia el lugar donde la mamá de los hermanos Way, actuaría de Dulcinea.

Los chicos ya nos habían guardado asientos. Estábamos todos, así que, ahora, sólo quedaba esperar a que comenzara la función.

Dulce y AmargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora