Capítulo IV: Soy un experimento.

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Estaba mascando una manzana que Mikey me había obligado a comer porque yo había dejado de desayunar hacía varias semanas. Él se enteró de esto la mañana siguiente cuando me quedé a ver películas a su casa, porque me rehusé a tomar desayuno, desde ese día me obliga a comer algo todas las mañanas.

Últimamente Mikey pasaba todo el tiempo conmigo, ya que Angel y Ray habían decido, finalmente, ser novios. Por eso ya ni nos veíamos. 

-quiero que se acaben las clases… - dije dándole una última mascada a la manzana.

-Sophie, sólo van dos meses de clases…

-Y pareciera que fueran mil.

-Debes tratar de ser más alegre con las cosas.

-Como si fuera tan sencillo…- eso último lo murmuré bien despacito.

Tocaron el timbre y entramos a clases. Angel ya se hallaba en su puesto, estaba mirando la nada pero su rostro no expresaba pesar ni tristeza – como supongo que hacia el mío cada vez que hacía eso – sino que al contrario parecía alegre y tenía una pequeña risilla marcada en la boca.

Tenía un vomito de malas palabras que amenazaba con salir pero me contuve. No debía seguir ganándome el odio de nadie más.

-Sophie… - miré hacia mi costado derecho donde se encontraba Angel.

-¿hum?

-Me preguntaba si…si…te gustaría pasar una noche de chicas. Como antes.

-¿Cómo antes?

-Sí, como antes.

¿Cómo antes? ¿Yo alguna vez tuve una noche de chicas con Angel? Creo que sí o no sé, no recuerdo. Es desesperante no recordar algunas cosas. Es como si me hubiera dado un fuerte golpe en la cabeza y hubiera olvidado lo más importante pero, sin embargo, lo que tenía deseos de olvidar no se iba y estaba constantemente asechándome una y otra vez como cuando dejas una llave mal cerrada. Gota, gota, gota, gota…Frank, Frank, Frank…

-ah…em… yo… ¿irá Ray?

-Ray no es una chica.

-Ah, Ok…entonces supongo que sí.

-¡Ay que bueno! – Angel me abrazó fuertemente. Esta chica era tan efusiva.

Al llegar a casa y avisarle a mamá que me iría a quedar a casa de Angel noté como los ojos de todos los presentes se abrían como plato. Y eso hasta cierto punto no me sorprendió, era obvio que reaccionaran así. La última vez que fui a casa de Angel, había sido hace mucho y la última vez que había salido fue a casa de Mikey…y me había vuelto a encerrar desde ese día.

-entonces, ¿puedo ir?

-Sí, por supuesto. – podía notar el entusiasmo en la voz de mamá. 

Angel me pasó a buscar y eso fue raro, me sabía perfectamente el camino hacia su casa. No entendía muy bien porque venía hasta aquí.

-me sé muy bien el camino hacia tu casa – le dije

-sí, lo sé. Pero…pensé no sé, que quizá no querrías caminar sola hasta mi casa.

No le respondí nada, porque si lo hacía comenzaría un ataque de mi parte con palabras amargas y apáticas.

Llegamos a la casa de Angel, su madre me saludó gentilmente y luego nos fuimos a su cuarto. Todo era color pastel, todo combinaba con todo y todo estaba perfectamente ordenado y limpio.

-¿vive alguien aquí? – pregunté al mirar el perfecto orden que había.

-Últimamente no. Me pasó la mayor parte del día con Ray – ella sonrió dulcemente.

Dulce y AmargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora